viernes, 22 de enero de 2016

Capítulo I: José Bernardo Pérez lleno, Valencia no defraudó al final

Andriw Sánchez Ruiz
Twitter: @AnSanchezRu

Valencia-. Vehículos inertes en la avenida Michelena de Valencia. No es un detestable embotellamiento, es solo que la arteria se ha transformado en un poblado estacionamiento, a pesar de que el reloj está cerca de las diez de la noche. La gran cantidad de carros bajo el cielo nocturno augura de una cosa: Hay una buena asistencia en el estadio José Bernardo Pérez.

La señal no podría ser más precisa. Tribunas, palcos y graderíos están repletos por las 14 mil 531 personas que pagaron entrada. Muchos son abonados, otros sortearon con éxito la permanente reventa, algunos no corrieron con la misma suerte. Pero más allá de la manera de conseguir un boleto, el diamante está lleno. Valencia no defraudó.

Foto referencial


No existen pensamientos dubitativos. El pletórico escenario es digno de una final. Le hace honor a la instancia decisiva de la temporada 2015-16. Es adecuado para que Navegantes del Magallanes y Tigres de Aragua desarrollen el primer juego de la contienda y su rivalidad, provocada por la cercanía de sus ciudades.

Más que en los careos de la ronda regular y los playoffs, las incidencias en el terreno jamás fueron más observadas como anoche. La atención del público y peloteros era visible aunque intangible, e incluso desde un lugar tan retirado y objetivo como el palco de prensa. ¡Vaya, el beisbol está en el aire!

Pero más allá del juego de pelota, es notable la sed de títulos de tigreros y magallaneros. Simpatizantes parecen insaciables, si se toma en cuenta que ambas novenas han sido de las más exitosas de las primeras dos décadas del milenio.

Pero lo pasado solo puede ser vivido a través de vídeos o lecturas nostálgicas. El presente alimenta las ganas de ganar. Es natural cuando se está a cuatro victorias de otra tiara venezolana.

La mayoría de los fanáticos magallaneros es apabullante, un denominador común en todas las plazas de la nación. Ellos le exigen a sus peloteros el deber de tener que ganar. El mensaje es trasmitido por medio del cántico futbolero.

La superioridad de los feligreses eléctricos se observa con las tonalidades azules entre la multitud, se escucha con los clamores de apoyo a Ronny Cedeño, quien camina renqueando al dugout en el quinto inning; se siente cuando el cemento y hormigón crujen por los zapatazos eufóricos. Magallanes está en su casa, no podría ser de otra forma.

Para la alegría de la mayoría la tripulación tomó el control de la pizarra. Comandaban y le marcaban el ritmo a superar a los bengalíes. Los elementos hicieron aflorar la timidez de los fanáticos visitantes. El tigrero parecía haberse enmudecido y desarrollado la observación como su sentido dominante.

La paliza naviera le terminó de quitar las palabras a los seguidores rayados. Los decibeles eran producidos por las cuerdas vocales magallaneras. Todas alzando clamores al cielo, como si buscaran entendimiento divino a la primera victoria de la galera en la serie, con pizarra de 14 por 3. Valencia no decepcionó. Es una sede honorable para los dos primeros juegos de la instancia culminante.

Crónica publicada en el Diario Ciudad CCS, en su edición del 23 de enero de 2016

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