Andriw Sánchez Ruiz
Twitter: @AnSanchezRu
Maracay.- En la cuenca del Lago
de Valencia la fortaleza del sol es inquebrantable, pero existe una diferencia
en la bioma de la capital de Carabobo y la de Aragua, Maracay. La primera
ciudad es acuática… Claro, metafóricamente. La urbe es el puerto donde ancla
Navegantes del Magallanes. Mientras la Ciudad Jardín es una selva tupida que
camuflajea y protege a los Tigres de Aragua.
Cada elenco prefiere el
resguardo de su hábitat natural. Eso es lógico. El apoyo del soberano siempre
los va a favorecer, no importa la instancia del campeonato. Así fue ayer para
la manada bengalí.
Foto Américo Morillo/Ciudad CCS
Por primera vez en la
final existía una masiva población de tigreros. Era de esperase. En la ciudad
hay un legado importante de los tres títulos conseguidos por los rayados en la
década de los 70 de la mano de David Concepción. Esos seguidores son aquellos
que muestran canas o arrugas en la piel.
La generación con más
lozanía tiene otras razones para aplaudir la causa felina. Ellos vivieron el
momento más fructífero para la franquicia y para cualquier equipo en nuestro
país. Fueron testigos de los seis campeonatos ganados por la dinastía de Miguel
Cabrera y el mánager Buddy Bailey.
Las 9 mil 641 personas
que plenaron las tribunas del diamante aragüeño presenciaron algo nuevo: a
Tigres en una final sin sus referentes de otrora. Solo Álex Núñez posee las
cicatrices de las batallas anteriores.
Pero lo pasado es
pisado. Es una nueva era para la manada. Era el tercer juego de la instancia
decisiva de la temporada contra el Magallanes que también tenía una cantidad
importante de feligreses.
Sí. Era complicado ver
alguna superioridad entre las dos tendencias en el público. Los gritos y
lamentos se fundían para crear ruidos sin sentido, aparentemente.
DILUVIO, LA TIERRA SE
EMPAPA
La selva, bullera y
calurosa, repleta de vida, de ojos y oídos atentos, se comenzó a inundar.
Atravesaba por una metamorfosis que solo podía favorecer a aquellos cuerpos que
mantuvieran el flote por estar hechos para las aguas. Nacía un nuevo entorno
para que el Magallanes triunfara.
En efecto, a pesar del
rugir de los félidos, tripulantes de la carabela tomaban por asalto a Maracay.
Era el génesis de una victoria, comandada por el contramaestre Luis Rodríguez.
En las sillas se imponían los clamores navieros. Poco a poco se mitigaba el
aliento de bengalíes, pues su ventaja teórica se venía abajo.
No llovía en Maracay.
Tampoco había nubes oscuras. La luna era visible, tan llena como los rincones
de la pletórica plaza. Pero la tierra estaba mojada. La ciudad fue inundada en
sentires. Alegría y euforia excretada por magallaneros. Tristeza y lamentos
salían de tigreros.
Pero todo cambió, así
de fugaz es el beisbol. La selva se secó de a poco. La estampida de los tigres
en carrera absorbió la humedad del suelo. El barco encalló.
Con el empate de los
bengalíes en el noveno los sentires en la tribuna se unificaron. Las voces
pronavieras se atenuaron. Solo parecían existir tigreros alzados que alcanzaron
la gloria con un cuadrangular de Alfredo Marte. Los Tigres rugieron (5 por 4).
Crónica publicada en el Diario Ciudad CCS, en su edición del 25 de enero de 2016
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