Andriw
Sánchez Ruiz
Twitter: @AnSanchezRu
Valencia-. Vehículos inertes en la
avenida Michelena de Valencia. No es un detestable embotellamiento, es solo que
la arteria se ha transformado en un poblado estacionamiento, a pesar de que el
reloj está cerca de las diez de la noche. La gran cantidad de carros bajo el
cielo nocturno augura de una cosa: Hay una buena asistencia en el estadio José
Bernardo Pérez.
La señal no podría ser
más precisa. Tribunas, palcos y graderíos están repletos por las 14 mil 531
personas que pagaron entrada. Muchos son abonados, otros sortearon con éxito la
permanente reventa, algunos no corrieron con la misma suerte. Pero más allá de
la manera de conseguir un boleto, el diamante está lleno. Valencia no defraudó.
Foto referencial
No existen pensamientos
dubitativos. El pletórico escenario es digno de una final. Le hace honor a la
instancia decisiva de la temporada 2015-16. Es adecuado para que Navegantes del
Magallanes y Tigres de Aragua desarrollen el primer juego de la contienda y su
rivalidad, provocada por la cercanía de sus ciudades.
Más que en los careos
de la ronda regular y los playoffs, las incidencias en el terreno jamás fueron
más observadas como anoche. La atención del público y peloteros era visible
aunque intangible, e incluso desde un lugar tan retirado y objetivo como el
palco de prensa. ¡Vaya, el beisbol está en el aire!
Pero más allá del juego
de pelota, es notable la sed de títulos de tigreros y magallaneros.
Simpatizantes parecen insaciables, si se toma en cuenta que ambas novenas han
sido de las más exitosas de las primeras dos décadas del milenio.
Pero lo pasado solo
puede ser vivido a través de vídeos o lecturas nostálgicas. El presente
alimenta las ganas de ganar. Es natural cuando se está a cuatro victorias de
otra tiara venezolana.
La mayoría de los
fanáticos magallaneros es apabullante, un denominador común en todas las plazas
de la nación. Ellos le exigen a sus peloteros el deber de tener que ganar. El
mensaje es trasmitido por medio del cántico futbolero.
La superioridad de los
feligreses eléctricos se observa con las tonalidades azules entre la multitud,
se escucha con los clamores de apoyo a Ronny Cedeño, quien camina renqueando al
dugout en el quinto inning; se siente cuando el cemento y hormigón crujen por
los zapatazos eufóricos. Magallanes está en su casa, no podría ser de otra
forma.
Para la alegría de la
mayoría la tripulación tomó el control de la pizarra. Comandaban y le marcaban
el ritmo a superar a los bengalíes. Los elementos hicieron aflorar la timidez
de los fanáticos visitantes. El tigrero parecía haberse enmudecido y
desarrollado la observación como su sentido dominante.
La paliza naviera le
terminó de quitar las palabras a los seguidores rayados. Los decibeles eran
producidos por las cuerdas vocales magallaneras. Todas alzando clamores al
cielo, como si buscaran entendimiento divino a la primera victoria de la galera
en la serie, con pizarra de 14 por 3. Valencia no decepcionó. Es una sede
honorable para los dos primeros juegos de la instancia culminante.
Crónica publicada en el Diario Ciudad CCS, en su edición del 23 de enero de 2016
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