Sexta y última crónica de lo que se vivió en la final de la temporada 2015-16 (Pronto se montarán los capítulos que faltaron)
Andriw Sánchez Ruiz
Twitter: @AnSanchezRu
Valencia.- ¡Benditas sean las
puertas del palco de prensa del José Bernardo Pérez de Valencia! Aunque de
cristal, al igual que todo el recinto reporteril, frenaban el frenetismo
existente en tribunas y gradas. Aullidos y alaridos. Clamores y aplausos.
Improperios y halagos. De todo se escuchaba tenuemente, siempre y cuando las
puertas estuvieran cerradas.
Cada vez que alguien se
atrevía a entrar o salir, se colaban los sonidos al palco. Bullaranga sorda. Se
complica el sentido de la audición, pero no la vista que se atonta con la panorámica
pletórica del diamante carabobeño.
Foto Américo Morillo/Diario Ciudad CCS
Las 15 mil 228
personas son las culpables de que la plaza sea un generador de contaminación
sónica. Pero basta de quejas. Así debería ser y no de otra manera. Esta es la
mejor forma de ver el sexto juego de la final, entre Tigres de Aragua y
Navegantes del Magallanes. El silencio no es bienvenido.
El griterío es
entendible sino cómo el fanático podría soportar la presión. Los turcos
estaban a solo una derrota de tirar por la borda la temporada, al no conseguir
el botín. Los bengalíes deseaban el triunfo para dejar la décima huella en los
anales de la Liga.
El escándalo se aplacó
de sopetón. El bate de Alfredo Marte sonó fuerte con cuadrangular en el segundo
inning. Siempre resultará extraño presenciar el recorrido silencioso de un
jonronero, pues casi siempre corren acompañados por los gritos fanáticos. No
sucedió. Se silenció el José Bernardo Pérez.
La calma no duró
mucho, a pesar de la ventaja bengalí. La mayoría de los asistentes, que conformaban
una gran masa naviera, revivieron. “Tenemos que ganar magallanero… Tenemos que
ganar”, coreaba la feligresía eléctrica.
Se negaban. Estaban
decididos hacer su trabajo: presionar con ruido y hacer sentir incómodo al
equipo rival. Era su forma de batear. La manera de buscar la victoria que, más
que un lujo, era una necesidad.
¿Sirvió
todo ese sonido?
Peloteros turcos
seguían el ejemplo de sus simpatizantes. No se entregaban. Hicieron cerrado el careo, por lo menos así era en el séptimo inning. Parecía lejos el adormecimiento
generado por las carreras bengalíes. El sonido se tornó tan común como el mismo
aire. Solo los embates tigreros mermaban el bramido de los espectadores.
¿Dónde estaban los
fanáticos rayados? En algún lado, seguramente. Al ser arropados por los
magallaneros, se hacían invisibles. No así su equipo, que se mostraba con
potencial para ser el campeón venezolano.
Caso omiso a la
algarabía. Maderos rayados arreciaron. Carlos Sánchez, Marte y compañía enmudecieron
a la mayoría. Castigaron a la tripulación y se aferraron al título. La victoria
siempre se recordará con pizarra de 8 por 2.
Crónica publicada en el diario Ciudad CCS, en su edición del 29 de enero de 2016
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