jueves, 30 de octubre de 2014

Buddy Bailey: "Soy un hombre adulto que se gana la vida con un juego de niños"

El estratega, quien ha dirigido por 12 años en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, habló de los detalles de su vida personal y profesional. Piensa que lo mejor de la pelota criolla es el sistema de desarrollo de la LVBP, pues ayuda al crecimiento del talento joven

(Entrevista realizada para el Diario Ciudad CCS, publicada en su edición del 27 de octubre de 2014)

Pasos lentos, una bolsa en las manos y lentes oscuros que no disimulaban su rostro severo. El hombre caminaba buscando a quienes lo habían citado en un lujoso hotel de Caracas con la intención de descubrir los detalles personales y profesionales de su vida.


Con Edwin Bellorín, uno de los coaches de Tiburones de La Guaira, conversaba un grupo de jóvenes peloteros. Al ver al sujeto que recorría el lobby con su vista, uno de los muchachos le dijo a otro: “Mira, ese es Buddy Bailey”.
Efectivamente, y aunque resultaba extraño no verlo con un uniforme de beisbol, allí estaba parado el mánager estadounidense más ganador del beisbol venezolano. Ese que alzó seis títulos en ocho finales con los Tigres de Aragua, ese mismo que este año trata de llevar a la gloria a La Guaira luego de 28 años de sequía de campeonatos.
El encuentro de Bailey comenzó de la manera menos esperada: el hombre sonrió al presentarse. Si ya era raro verlo con ropa de civil, mucho más extraño resultaba ver su risa que pocas veces ha sido captada por las cámaras fotográficas o de televisión.
Al sentarse colocó su bolsa en una mesa, se quitó los lentes y observó a los noveles peloteros que lo miraban desde el fondo del lobby. “¿Sabes qué es lo más grande que tiene Venezuela en comparación con otros países?”, preguntó Bailey. Luego de tres segundos de silencio, él mismo se respondió: “La Liga Paralela”.

—¿La Liga de Desarrollo de la LVBP? ¿Por qué piensa que es lo mejor que tiene el beisbol venezolano?
—Si comparas las academias de Venezuela y Estados Unidos, aquí hay muchos niños entre 16 y 18 años que tienen la oportunidad de aprender de los mánagers y coaches, y en el proceso pueden jugar algunos innings, bien sea para batear o pitchar. Considero que eso ha catapultado el beisbol venezolano por encima de otros países, pues los jóvenes quieren competir y tienen la oportunidad de hacerlo al salir al campo. Como le digo a los muchachos que son enviados a la Liga Paralela, ellos están mucho más adelantados que los peloteros japoneses, coreanos o norteamericanos, ya que pueden jugar beisbol y ganar un buen dinero. Los estadounidenses deben buscar otro trabajo mientras están en un nivel bajo de beisbol, algo que no los ayuda a progresar.
—En la última década la producción de peloteros venezolanos viene en alza. ¿La Liga Paralela es responsable de ese incremento?
—Sí, y las academias. Le digo a la gente que hace diez años no se veían tantas estrellas, pero ahora, como tienen la oportunidad de jugar y perfeccionar las habilidades para el beisbol desde jóvenes, se desarrollan mejor. Esos niños que están en la Paralela apenas estarían entrando al bachillerato o la universidad en Estados Unidos, pero aquí ya son profesionales. Eso hace la diferencia.
—¿Entonces esos jóvenes peloteros lo inspiran en su trabajo? ¿Lo mantienen contento con lo que hace todos los días?
—Mientras pueda ir a un campo y tomar un bate para enseñarle beisbol a los jóvenes para mostrarles las cosas de los grandes jugadores que admiran, y eso los ayude a madurar mentalmente, estaré contento. Mientras exista amor por el juego y jóvenes dispuestos a aprender, estaré feliz con mi trabajo. Al final, soy un hombre adulto que se gana la vida con un juego de niños.
—¿Usted prefiere tener en el róster a jugadores jóvenes o grandeligas?
—Eso no importa mientras sepan jugar y lo hagan bien. Si trabajas duro para dar lo mejor en el juego y lo haces con inteligencia y agresividad, no importa la experiencia que tengas. Un equipo de beisbol es como un rompecabezas donde todos son piezas. Algunos días les tocará ser una pieza pequeña, otros, una grande. Pero no importa cuál sea el tamaño, mientras la imagen del rompecabezas se vea nítida y completa. Hay que recordar que no importa si una pieza tiene cinco o cien años, mientras sea parte del rompecabezas.
—¿Qué características debe poseer el pelotero ideal para usted?
—Debe dar resultados, producir. No importa lo que tenga que hacer para obtenerlos, al final, para ser un grandeliga se debe tener resultados. No importa si una noche te parten el bate pero das un hit e impulsas dos carreras, o si a un lanzador le batean una bola con fuerza pero la defensa logra sacar el out, ellos hicieron su trabajo. El fin siempre justifica los medios. El buen pelotero siempre hace su trabajo sin importar lo que tenga que hacer o lo que tenga que pasar.
—¿Qué jugadores venezolanos le despiertan admiración?
—Venezuela tiene grandes peloteros. Vi a Miguel Cabrera desde los 19 años, cuando inició su plan de convertirse en el mejor bateador de la historia. Pero a los dos a quienes les tengo más respeto en esta liga son Bob Abreu y Henry Blanco. Ambos estuvieron con Leones del Caracas, que es un equipo de gran mercado en una gran ciudad. Ellos jugaban con verdadero profesionalismo. Siempre tendré respeto por aquellos que respetan el juego que amo. No importa dónde juegues, si eres un verdadero profesional, lo harás con entrega y estos dos sujetos lo han demostrado de la mejor manera.
MÁNAGER POR OBLIGACIÓN
La admiración de Bailey por los jóvenes peloteros puede derivarse de que él mismo se ve en ellos. El hecho de nacer y crecer en una granja de Norristown, Pensylvania, hace 57 años, le permitió tener el espacio suficiente para practicar beisbol todos los días junto a su hermano dos años menor, y tres niños vecinos. “Recuerdo que caminaba casi dos kilómetros para llegar al sitio donde jugábamos, pues no siempre podíamos hacerlo en el patio de la casa. Cuando tenía 15 o 16 años trabajaba desde la mañana hasta la tarde, luego me iba de inmediato a jugar. Ahora que lo recuerdo, realmente amo el beisbol, pues hice muchas cosas para poder jugarlo”, rememora con los ojos perdidos, como quien se imagina las escenas de un recuerdo.
El amor por el juego le hizo soñar con llegar algún día a las Grandes Ligas, la meca del beisbol, pero su ilusión se derrumbó a los 25 años de edad, cuando se desempeñaba como receptor de la filial Doble A de los Bravos de Atlanta.
“Como todos los que juegan beisbol, soñaba con llegar a las mayores, esa era mi motivación para trabajar todos los días y dar mi mejor esfuerzo. Pero nunca llegué, me empujaron para ser coach”, cuenta.

—¿Lo empujaron a dejar los terrenos? ¿Cómo ocurrió tal cosa?
—Bueno, Joe Torre era el mánager del equipo grande de Atlanta y yo estaba en los entrenamientos primaverales como catcher para ganarme un puesto. Una mañana me llamaron a la oficina de Joe, yo estaba muy nervioso. Él me dijo que varios miembros del equipo me habían estado observando en los últimos años y que había algo en mí que les gustaba, así que querían ofrecerme el puesto como mánager. Le dije: ‘Joe, tengo 25 años, no quiero ser mánager, quiero jugar’. Él me recomendó que tomara la oportunidad, y luego de una conversación de 20 o 30 minutos acepté.
—Fue piloto en diversas categorías de Ligas Menores desde 1983 hasta 1996. Luego no volvió al rol hasta el 2002. ¿Qué pasó en ese tiempo?
—En 1997 fui scout de los Medias Rojas de Boston. En 1998 y 1999 era el coordinador de campo de Ligas Menores con la misma organización. En 2001 fui instructor de catchers en Ligas Mayores y en 2002 fui coach de banca del equipo grande de patirrojos.
—Tuvo contacto con Joe Torre, mánager que está en el Salón de la Fama de Cooperstown. ¿Existe algún piloto que usted admire?
—Claro, Bobby Cox. Tuve la fortuna de conocerlo cuando estaba en Atlanta. Él y otros técnicos solíamos sentarnos durante horas a comer, beber y discutir de beisbol. Yo aproveché para preguntarle mucho sobre estrategias. Bobby es un ganador. Está en el Salón de la Fama porque ganó.
—El año 2002 significó su primer año con Tigres de Aragua. ¿Qué le hizo venir al país?
—Un año antes recibí una llamada de la directiva del equipo. Los miembros querían que yo fuera su mánager, pero no pude, les dije que si surgía otra oportunidad no dudaran en llamarme, por suerte lo hicieron al año siguiente y acepté. Cuando vine lo hice con un compromiso. No quería ser como muchos mánagers estadounidenses que vienen un año y luego se van. ¡No! Quería quedarme muchos años, pues si los Tigres no eran buenos, iba a tener el chance de hacer ajustes con el tiempo. Por suerte fuimos buenos desde el principio.
—Ese fue el inicio de 12 años en Venezuela, ¡vaya que se quedó en el país! ¿Qué lo motivó a seguir dirigiendo en esta liga?
—Porque me encanta la competición, y en el beisbol la tengo cada día. Recuerdo que un año antes de venir jugué golf los 30 días de septiembre, lo mismo en octubre. Y cuando el clima se ponía feo jugaba cartas, boliche o iba al gimnasio con un grupo de diez amigos, siempre lo hacíamos a modo de competición. Por suerte el beisbol venezolano sació mi sed de competición. Aquí obtuve lo que me gusta: beisbol y competencia todos los días.
—De esa docena de años, once fueron con los Tigres. ¿Qué significa para usted ese equipo?
—Es la franquicia que me dio la oportunidad, que confió en mí. Me gustaría creer que les di algo a cambio, pero fueron ellos quienes me dieron el chance de manejarlos.
—Y ahora está ataviado con el uniforme de Tiburones. ¿Se sintió extraño al entrar al clubhouse de La Guaira?
—No, realmente. Tal vez, si mi carrera en Estados Unidos la hubiera hecho con una sola organización, sí hubiese sentido el cambio, pero he estado con Atlanta, Boston y Cachorros de Chicago. Estoy acostumbrado a cambiar de equipo.
—Estar con La Guaira significa tener su samba retumbándole en los oídos. ¿Se siente cómodo con ella?
—Bueno, ahora está mucho más cerca. Si estamos ganando no le presto atención, pero si tenemos una mala racha, no sé cómo reaccionaré (risas). Pero debo admitir que quienes hacen esa música son muy buenos.
—¿Siente presión por darle un título a los fanáticos guairistas que tienen 28 años sin celebrar un campeonato?
—No. Considero que eso es historia. Soy un hombre que piensa en el presente. Me enfoco en que tengo un nuevo equipo que manejar y llegar hasta la Serie del Caribe con ellos. En la vida no puedes adivinar el futuro ni atascarte en el pasado. Solo quiero jugar beisbol y ser campeón esta temporada. Ese es mi horizonte.
“40 POR CIENTO VENEZOLANO”
Han sido suficientes 12 años para que Bailey se asentara en Venezuela, la tierra donde se enamoró y formó una familia. El término foráneo ya no aplica en él, admite que su corazón se ha arraigado en el suelo criollo. “Cuando no hago nada me gusta cocinar y darle a probar a la gente mi comida. Sé hacer arepas, empanadas y caraotas, cosas sencillas. Pero para mi gusto no tengo una comida favorita, solía decir arepas porque era lo que comía en Estados Unidos, pero para serte sincero, aquí hay muchísimos platos buenos”, cuenta el estratega exhibiendo su risa, que ya no parece tan extraña como en la primera impresión.
—Se puede decir entonces que Venezuela ya es parte de Bailey.
—He pasado 12 años aquí, lo que es un gran porcentaje de mi vida. He pasado más tiempo en esta nación que en cualquier lugar de Estados Unidos. Me siento 40 por ciento venezolano.
—Ha convivido mucho con los fanáticos criollos. ¿Qué opina de ellos?
—Son excelentes. Si a ellos les gusta un equipo, solo es ese, ni siquiera apoyan a otro de cerca. Ellos son todo o nada con ese, esa pasión es admirable.
—¿Y qué opinión tiene de los jugadores venezolanos?
—Ellos son de los mejores del mundo, por eso obtienen grandes contratos en Estados Unidos. Los jugadores jóvenes tienen una gran motivación porque saben que pueden llegar a donde están los grandes. Ellos solo quieren jugar beisbol para darle un mejor futuro a sus familias, pues aquí, en Venezuela, el núcleo familiar es muy unido. Ellos se esfuerzan, ya que mientras mejor lo hagan, más cuantioso serán los ingresos.
—Hipotéticamente, de escribir una autobiografía, ¿cómo elegiría titularla?
—Afortunado (risas). Pero agradecido también. Bueno: agradecido y afortunado.
Luego de hablar y agradecer por la entrevista, Bailey toma su bolsa de la mesa, se coloca los lentes oscuros en el bolsillo de la camisa y se despide.



El secreto para ganar aquí: pasión y trabajo

Buddy Bailey es un tipo ganador, los números lo demuestran. En sus 12 años en Venezuela alzó seis veces el título de la liga y una vez ganó la Serie del Caribe (2009), siempre con los Tigres de Aragua. De hecho, solo es superado por la siete coronas conseguidas por el cubano Regino Otero. ¿Cuál será el secreto para ser un timonel triunfador en una pelota tan complicada como la venezolana?
“Yo creo que es pasión y trabajo duro”, afirma el estadounidense.
“Creo que mientras más duro se trabaja, mejores resultados se podrán tener. Además, muchas veces la suerte se va por el camino de quienes se esfuerzan en su trabajo. Me gusta un dicho que reza: ‘La suerte es solo el residuo de los designios’”, agrega.
Bailey se declara un admirador de los peloteros que exponen ese trabajo duro y es por eso que Bob Abreu es uno de sus jugadores favoritos.
“En Estados Unidos un día llegué en la mañana a un estadio. Cuando salí al terreno, Abreu estaba entrenando a esa hora, él estaba dispuesto a ir más allá del entrenamiento regular. Eso cuenta y es admirable”, expresa.
Con tantos triunfos y vivencias en nuestro beisbol, Bailey duda cuando se le pregunta si hay alguna meta que le falte por cumplir en el país. “No lo sé. Con algo de suerte seguiré dirigiendo y continuaré trabajando en el beisbol hasta decir: ‘ya no quiero seguir en esto’”.

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Seriedad ante todo
Fuera del terreno de juego, Buddy Bailey es un ser humano más a quien le gusta echar bromas y pasar su tiempo en actividades que lo satisfagan. El hombre, por ejemplo, se declara un amante de la cocina. “Me gusta que la gente pruebe lo que hago”, cuenta. También disfruta la práctica del golf.
“Los coaches que trabajan conmigo pueden decirles que me gusta bromear mucho, pero cuando es hora de trabajar, es diferente. Cuando estás fuera de tus labores tienes el sombrero divertido, pero cuando trabajas te pones el de la seriedad”.
Precisamente esa entrega a su rol como mánager le ha dado la fama de ser un timonel con puño de hierro.
“Yo también considero que soy así porque hay que tener disciplina, pues si no, todos van por su lado, nadie tiene dirección. Me gusta pensar que un equipo es como la rueda de una bicicleta, donde los rayos son los jugadores y la disciplina es la tuerca que los tiene unidos. Si esa pieza central falta, la rueda se dañará”.
Aunque es una persona que muy pocas veces refleja sus sentimientos antes las cámaras, existen cosas que lo sacan de quicio.
“Me molesta la falta de estrategia, la flojera física y mental de algunos jugadores, cuando un pelotero comete un error porque no está concentrado. A los importados les digo que a Venezuela la pueden tomar de dos formas: como unas simples vacaciones o un chance para mejorar sus carencias”.

ANDRIW SÁNCHEZ RUIZ

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