sábado, 13 de diciembre de 2014

Robert Pérez: "Dejé de estudiar Metalurgia para jugar beisbol, el deporte que amo"

La Pared Negra ve el ocaso de su carrera, pues al finalizar esta temporada colgará los spikes. Fueron 27 las campañas que jugó en la pelota venezolana y para ello realizó sacrificios, como dejar de estudiar y mudarse de su San Félix natal a Barquisimeto


(Entrevista realizada para el Diario Ciudad CCS, publicada en su edición del 12 de diciembre de 2014)

Se encuentra sentado a las afueras del dogout de la derecha del Estadio Universitario de la UCV. Su mirada está clavada en las gradas, donde tantas pelotas colocó con sus batazos, esos que le hicieron ganarse un puesto entre los mejores peloteros que han jugado beisbol en Venezuela desde que la disciplina llegó al país en el remoto año de 1895.
En las manos, Robert Alexander Pérez Jiménez tiene un bate. Su amigo incondicional, ese que lo ha acompañado desde los cinco años de edad, cuando Luisa Jiménez y Jesús Pérez (sus padres) lo llevaron al primer terreno de beisbol que pisó. Eso fue en San Félix, Ciudad Guayana, el lugar que lo vio nacer.
Foto Américo Morillo/Ciudad CCS

En el amplio pecho del jugador, ahora con 45 años de vida, está el logo de Cardenales de Lara. Su equipo desde las 19 primaveras cuando fue firmado por Domingo Carrasquel.
“Él (Carrasquel) me vio un día en Ciudad Piar, ese es un pueblito cerca de Ciudad Bolívar. Me da risa porque iba tras otro muchacho. Yo practiqué, luego me invitó a Barquisimeto y fue allí cuando firmé con Cardenales y Azulejos de Toronto”, rememora Robert, mientras blande el bate y observa a los jugadores de Leones del Caracas entrenar.
Tal relato parece abrirle la memoria a “La Pared Negra”, como es conocido por sus 1.90 metros de estatura y anatomía moldeada por el trabajo en el gimnasio. “Ese es mi hobby: levantar pesas y cuidar mi forma física”.
Sin mucho esfuerzo comienza a hablar sobre su vida, la cual siempre ha estado ligada a la práctica del beisbol, pues si se suma su tiempo en la pelota menor y la profesional se obtienen 39 años en los terrenos de juego, algo que está a punto de llegar al final.
Al culminar la presente temporada Robert colgará los spikes para siempre. Buscará dedicarse a ser coach y posteriormente mánager.
—Su carrera como pelotero activo está cerca de terminar. ¿En su niñez, el beisbol siempre fue parte de su vida?
—Vengo de una familia de deportistas. Antes el deporte rey en mi casa era el boxeo, eso por mi papá. Pero mis padres me llevaron a un terreno de beisbol. Si bien la primera vez fue a los cinco años, resultó a los seis cuando comencé a jugar pelota. Pasé por todas las categorías de Criollitos de Venezuela, desde preparatorio hasta juvenil. Le doy gracias a mis padres por lo que soy. Ellos, con mucho esfuerzo, me tomaron de la mano y me llevaban a las prácticas. Mi mamá siempre me daba mi arepita y mi papá me regaló mi primer guante. Esas pequeñas cosas me ayudaron a ser el hombre que soy ahora.

Eso quiere decir que además del boxeo, en su casa eran amantes del beisbol…
—Por supuesto que sí. En mi casa siempre fuimos fanáticos de los Tiburones de La Guaira.

—¿Y ya tenía un ídolo?
—Admiré siempre a Juan Francisco Monasterios, que era el jardinero central de La Guaira para ese entonces. En Grandes Ligas me inclinaba por Rickey Henderson, porque me gustaba mucho Atléticos de Oakland en aquel tiempo.

—¿Cuándo se dio cuenta de que quería ganarse la vida jugando pelota?
—Cuando llegué a la categoría juvenil. Fue en ese momento que muchas personas se comenzaron a interesar en mí. Me decían que tenía condiciones para jugar beisbol profesional y, bueno, comenzaron a llegar a mi cabeza las ideas de querer firmar.

—Seguro tuvo muchos sacrificios para dedicarse por completo al beisbol.
—Claro, tuve que hacer muchos sacrificios. Me aparté de mi familia muchas veces. La primera fue para atender el llamado del señor Carrasquel en Barquisimeto. Me alejé de mi ciudad natal, de mi casa, pero siempre con un motivo en la cabeza: salir adelante y lograr alcanzar mis metas. Gracias a Dios todo me salió bastante bien.


—Además de los sacrificios que ya mencionó, ¿dejó alguna actividad que le apasionaba?
—Dejé de estudiar Metalurgia para jugar beisbol, el deporte que amo. Recuerda que soy guayanés y de no haberme dedicado a la pelota me habría gustado terminar mi carrera, tener mi título profesional.


1988, nace una leyenda
La decisión estaba tomada, Robert dedicaría su vida al beisbol. Ya tenía en su poder los contratos con Lara y Toronto. Ahora venía el reto de jugar a nivel profesional y mantenerse, eso es lo más difícil en la carrera de un pelotero. Pero, como los grandes, el bisoño demostró que había nacido para el oficio.
En la temporada 1988-1989, Pérez jugó su primer encuentro en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Fue la génesis de uno de los mejores bateadores en la historia del beisbol de Venezuela. Ese mismo que tiene 27 campañas en la liga local, siendo superado solo por las 30 de Víctor Davalillo. El mismo que es líder vitalicio de la liga en juegos disputados (mil 295), dobles (222) y carreras impulsadas (738). También es segundo en hits conectados (mil 369) y en vuelacercas (125).
Luego de su efímero primer campeonato, Robert firmó para el torneo 1989-1990. Era tiempo que el beisbol conociera lo que era capaz el delgado y espigado muchacho guayanés.
Dicha temporada, el desconocido jardinero de Cardenales jugó 58 encuentros, ligó para un promedio de .247, impulsó 13 carreras y conectó su primer cuadrangular.
“Oye recuerdo bien ese batazo. Fue contra Jim Neidlinger, de Leones del Caracas, aquí mismo, en el Universitario”, cuenta Robert, quien se alzó con el Novato del Año de la campaña. Mientras, Neidlinger fue galardonado como el Pítcher del Año.
“Después jugamos la final contra el Caracas y se la volví a sacar pero en Barquisimeto”, atiza Pérez, protagonista del primer título en la historia de Cardenales.
—Así como recuerda sus primeros jonrones, seguramente en su memoria está el primer hit que conectó.
—Sí vale. Fue en la 1988-1989. El pítcher era Manuel Sarmiento en Maracay. Recuerdo que sentía mariposas en el estómago porque tenía mucha ansiedad de hacer las cosas bien.


—En esos inicios, ¿quiénes le brindaron consejos?
—Yo le debo mucho al señor Domingo Carrasquel. Fue él quien me firmó, confió en mí y me orientó cuando llegué al profesional. Pero tampoco puedo olvidar a Luis Leal, José Escobar y Luis Sojo.


—¿Cuál ha sido el mejor momento de su carrera?
—Tuve una temporada de ensueño que fue la 2003-2004. Ese año conecté más de 24 jonrones si sumas la ronda regular, round robin y final, por cierto en esas últimas dos etapas fui refuerzo de Caribes de Oriente. Pero creo que la temporada que más me marcó fue la 1997-1998. Recuerdo que le volvimos a ganarle la final a los Leones, fui el Jugador Más Valioso de esa serie. Es algo que nunca olvidaré. Y como todo tiene su contraste, creo que mi peor momento fue cuando tuve la lesión en el pie derecho en 2004. Batallé toda la temporada 2005-2006 con esa molestia en el talón de Aquiles.


—En esa final que le ganaron al Caracas fue que comenzaron las pitas en el Estadio Universitario.
—(Risas) Sí. Pero nunca he estado en contra de eso, la fanaticada contraria siempre va a pitar. Si ellos pitan es porque quieren que su equipo gane. En general la fanaticada venezolana siempre me ha apoyado mucho.


—¿Existe un hecho que no haya podido creer durante su trayectoria?
—No haber sido regular en Grandes Ligas. Creo que bateé muchísimo aquí, en Ligas Menores y el año que jugué más en las Mayores (1996), esa vez tuve un average de .327.


—¿Por qué cree que le sucedió tal cosa?
—No me dieron la oportunidad. Tal vez no estuve en el momento indicado, porque te repito, creo que demostré que podía jugar beisbol tanto en Ligas Menores como en las Grandes Ligas.


—¿Hay alguna meta que le quede por cumplir como jugador activo?
—No. Estoy contento y orgulloso con todo lo que he logrado. Quiero ayudar al equipo, en eso estoy enfocado como siempre lo he hecho en estas 27 temporadas. Quiero terminar mi carrera lo mejor que pueda. Siempre tuve claro que el final de mi trayectoria como pelotero activo tenía que llegar. Tomé la decisión porque era el momento, Lara siempre confió en mí, de hecho estaba firmado para la temporada 2015-2016.


—Ha dicho que desea ser técnico luego que culmine la temporada. ¿Ese rol lo tomará enseguida?
—Me gustaría, ojalá me den la oportunidad. La directiva de Cardenales ya me ha expresado algo. Lo que yo quiero es estar aquí con el equipo. Quiero ser mánager en un futuro, pero quiero comenzar como técnico pues. Deseo entender más lo que es guiar a los muchachos.


—Seguramente ha de admirar a algún mánager…
—Por supuesto. Como ya dije, le tengo mucha estima a mi primer mánager Domingo Carrasquel. También a Omar Malavé, Luis Sojo y Nick Leyva. Todos ellos fueron personas que hicieron un gran trabajo con el equipo y además tuvieron éxito que es lo más importante.


—Luis Sojo, Giovanni Carrara, Edwin Hurtado y otros de sus amigos son técnicos. ¿Le han dado algún consejo?
—No he tenido la oportunidad de hablar con ellos sobre mi plan, pero sé que son muy buenos técnicos y en algún momento me aconsejarán algo. Mientras, ahora que no juego como antes, pongo mucha atención desde el banco en los juegos. Me siento y analizo las jugadas, los momentos y las decisiones. Como te dije, quiero y necesito aprender más de todo esto.


El ocaso desde un dogout
El crepúsculo comienza a caer en el Universitario, al igual que lo hace en la carrera de Robert como pelotero activo. El hombre observa el escenario sentado desde el dogout, mientras sus compañeros de Cardenales saltan al terreno para comenzar la práctica. Cada minuto que pasa está más cerca el adios del guayanés de los turnos al bate. Sin embargo, a medida que se desvanece su tiempo entre las rayas de cal, se aproxima el momento en que ganará la inmortalidad en el Salón de la Fama de Valencia, lugar donde con seguridad será erigida una estatuilla con su nombre cuando haya pasado un lustro.
—Toda Venezuela siempre lo etiquetará como un gran pelotero, pero más allá de esa impresión, ¿cómo le gustaría ser recordado?
—Me gustaría que la gente me recuerde como una persona que le entregó su vida al deporte, siempre, al cien por ciento. Lo entregué todo por él. Pero también, cuando recuerden a Robert Pérez, que lo hagan como un hombre de bien, enamorado de su familia, de buenos principios inculcados por su madre y padre, ellos también me enseñaron modales. Y que cuando se acuerden de mí, también lo hagan de mi humildad.

—¿Cuál es el secreto para tener una carrera tan larga?
—Mucho trabajo físico. Dedicación a lo que se hace, se debe salir todos los días al campo a dar lo mejor de sí, a buscar hacer bien las cosas. Hay que saltar a las prácticas siempre con la mentalidad de trabajar y mejorar. Recordar que el beisbol te enseña todos los días y no cerrar la mentalidad a aprender.Creo que yo lo he hecho por el amor que le tengo al beisbol, que también me hace tenerle un respeto inmenso.Y como ya te dije, trabajar el físico. Siempre he sido una persona que se ha caracterizado por levantar pesas, correr y estar todo el día metido en el gimnasio, me gusta eso y creo que me ha ayudado en mi carrera.

—¿Cuando pasen 10 años y ya tenga más de 55 primaveras, dónde le gustaría estar?
—Aquí, con mis Cardenales de Lara. Ojalá Dios me dé la oportunidad de seguir en el beisbol, pues es lo que me gusta y sé hacer.

—Si algún día se le ocurriera hacer una autobiografía, ¿cuál sería el título perfecto para ella?
—Eso es sencillo, la titularía “Beisbol”, así, simplemente “Beisbol” (risas). Creo que es el nombre perfecto.


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Familia forjada a punta de batazos
Si hay algo que no oculta Robert Pérez es ser un tipo familiar. Cada vez que se le pregunta a quién le agradece sus 27 temporadas en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, el guayanés señala a tres personas: “Estoy aquí por el señor Domingo Carrasquel, quien me dio la oportunidad de firmar; y, claro, por mi mamá Luisa Jiménez y mi papá Jesús Pérez. Ellos siempre me apoyaron y me tomaron de la mano para llevarme a las prácticas cuando niño”, recuerda.

Ahora, Robert ha formado una familia propia en Barquisimeto, ciudad que lo adoptó luego de que salió de su San Félix natal para jugar pelota.

“Desde que llegué a Barquisimeto me he sentido querido. Gracias a Dios la gente me ha agarrado cariño y hasta la fecha todavía se mantiene”, expresa el pelotero, quien junto a su esposa formó una numerosa familia que tiene como núcleo sus seis hijos: Melanie, Robery, María Gabriela, Elbert, Robert y Juliette.

“El beisbol no solo ha sido un juego, también es un trabajo que me ha dado la oportunidad de alimentar a mi familia. Robert también juega pelota, tiene 14 años y es cátcher. Últimamente me he dedicado mucho a él, porque quiere jugar pelota y estoy tratando de ayudarlo. Le aconsejo que tenga disciplina, pero que no abandone sus estudios, eso es lo primero. Mi otro hijo, el de 11 años, también juega pero como está más pequeño no tiene una posición fija”.
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Su equipo ideal
Como cualquier persona que se declare fanática del beisbol, Robert Pérez ha imaginado su equipo soñado.
“He admirado a muchos peloteros, pues vi a muy buenos y también jugué con otros mejores. Pero creo que mi mayor ídolo fue Juan Francisco Monasterios, jardinero central de Tiburones de La Guaira, el equipo que admiraba cuando era muchacho”.

Al pedirle a Robert su equipo ideal sonríe, se coloca su mano derecha en la barbilla, mientras que la izquierda está apoyada en su bate.

“El cátcher sería Baudilio Díaz, primera base Andrés Galarraga, el segunda Norman Carrasco, en la antesala Leonardo Hernández. Sin dudas, el campocorto sería para David Concepción”, dice Pérez sin titubear por ningún segundo.
Pero… ¿en los jardines? Cuando se le interpela por el jardín izquierdo Robert guarda silencio y tras dos minutos que se tornaron eternos reacciona sonriente:
“No sé, es que me es difícil buscar a alguien para esa posición porque he visto y jugado con muchos y todos muy buenos”.
Entonces es mejor omitirla y seguir con el lineup. “En el jardín central Robert Pérez y en el derecho Mark Whiten”.
Pero falta el más importante en la alineación: el lanzador.
Pérez no tarda mucho en encontrar a su preferido y como era de esperarse se trata de uno de sus amigos, uno de sus compadres y compañero en la época dorada de los pájaros rojos: “Ese pítcher sería Giovanni Carrara”.


ANDRIW SÁNCHEZ RUIZ

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