jueves, 8 de octubre de 2015

Retiro de César Izturis depende de Maicer

El mayor de los Izturis dirá adiós cuando esté en el lineup junto a su hermano, en Barquisimeto

Andriw Sánchez Ruiz


El sueño de ser grandeliga comienza de ensayos inocentes en niños que juegan a ser peloteros. Casi siempre, cuando existen dos  o más en una familia, los hermanos se convierten en cómplices. Es la historia de muchos amantes del beisbol. Es la historia de César y Maicer Izturis.



A pesar de no ser mellizos, ambos nacieron en 1980. César es vio la luz el 10 de febrero y su hermano menor el 12 de septiembre.

El primogénito firmó a los 16 años con los Azulejos de Toronto y Cardenales de Lara, el equipo de Barquisimeto, su ciudad natal. Maicer tardó más, comenzó en el profesional a los 18, con Indios de Cleveland y Caribes de Oriente.

Sus carreras fueron diferentes. Lo prematuro de César le da 19 años en el beisbol profesional. Se acerca la hora de poner los spikes en una repisa. De decirle adiós a los terrenos. De querer hacerlo hoy se podría ir tranquilo, pues ha logrado mucho: título con Cardenales, guantes de oro en las mayores y la LVBP, y la reputación de ser uno de los mejores campocortos de la historia en nuestro país.

Pero no se irá, todavía. Siente que le falta algo: hacer la llave en la intermedia con Maicer, bajo la mirada de sus padres y en la ciudad crepuscular.

“No he decidido si esta será mi última temporada”, comienza César. “Quiero jugar con Maicer, él en segunda y yo en el campocorto. Por lo menos un juego en Barquisimeto. Es un regalo que le queremos dar a nuestros padres”, sentencia con decisión.

Más que nadie, César sabe que su hermano todavía no se ha recuperado de una operación en el hombro derecho que no le permitió jugar este año con Azulejos. Pero no hay presión entre los hermanos. El mayor está tan resuelto a jugar al lado de Maicer, que no duda en decir: “si tengo que esperar un año más por él, lo haré”.

“Lo hablamos. Le dije que no se apurara; que si lo hacíamos era cuando él estuviera al cien por ciento”, expresa el torpedero.

Los años no pasan en vano

César es el último de los mohicanos de la era dorada de Cardenales. Fue figura en el cuarto y último título del equipo (2000-2001). En aquella época contaba con 20 primaveras de vida. Ahora tiene 35.

“Me siento bien, físicamente. Se el de más experiencia es una gran responsabilidad para ayudar al talento joven”, dice y luego recuerda lo fácil que era entrenarse cuando era un joven tolete.

“Es difícil pasar de los 30, no es igual que cuando tenías 20 o 25 años. Lo que haces cuando tienes mi edad es hacer muchos ejercicios cardiovasculares para mantenerte en forma”, recomienda.

Cuando llegue la hora, su presencia ya no estará en el diamante, pero el nombre seguirá. Su hijo, Julio César, se encuentra en el equipo de la Liga Paralela. Él aguarda por su momento. 

Nota publicada en el Diario Ciudad CCS 09-10-2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario