sábado, 4 de octubre de 2014

Henry León, el árbitro de la zona ancha

Tras 26 años en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, le da paso a las nuevas generaciones

(Entrevista realizada para el Diario Ciudad CCS, publicada en su edición del 17 de enero de 2014)

Los umpires, esos hombres uniformados de negro o azul oscuro para no resaltar, pocas veces son recordados por los amantes del beisbol. Cuando alguno se estampa en la mente de algún fanático significa que cometió un error garrafal en una de sus sentencias o que tuvo una carrera muy destacada. Este último es el caso de Henry León, conocido como "Moñoño" en los terrenos de juego.

El célebre árbitro de 61 años de edad fue homenajeado el pasado 12 de enero por su retiro de los diamantes tras 26 temporadas de servicio en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP).

Al ser interpelado sobre su adiós, León asegura que solo se debe a una cosa: abrirle el sendero a la nueva generación de árbitros.

"Yo no me voy por viejo, ni por salud, ni por nada de eso", inicia la respuesta con su acento marabino que hace difícil detectar si está molesto o solo bromea. "Me voy porque hay que darle paso a los nuevos talentos que van surgiendo. Mirá vos, tengo esta chorrera de años y no necesito lentes. Soy como un águila", comenta con un tono de vos más afable que con el que comenzó.


Comenzó su carrera como árbitro en la temporada 1988-1989 en el Luis Aparicio "El Grande" de Maracaibo



Umpire por casualidad

Una teoría de vida pregona que "no existen las casualidades", pero la llegada de León al arbitraje de beisbol parece ser el producto de una mera confluencia del tiempo y el espacio. "Siempre he estado en el lugar y momento indicado", dice frotándose la brillante calva, sentado en las oficinas de la LVBP en Sabana Grande.

Su historia como umpire comienza en el barrio 18 de octubre de Maracaibo, ciudad que lo vio nacer el 6 de marzo de 1952 en el Hospital Central Doctor Urquinaona.

Un vecino llamado Alfonso Olivares, quien se desempeñaba como árbitro en una liga de softbol, recurrió a Moñoño para que lo auxiliara en un encuentro, pues su compañero estaba indispuesto. Pero León no sentía pasión por el juego de pelota. "Jugué beisbol Doble A, pero para mí lo primero era el baloncesto", rememora sin necesidad de esforzarse.

"Le dije a Alfonso que lo haría, pues era mi amigo, pero como principal porque yo era pítcher y cátcher. ¿No iba a saber yo lo que es una zona de strike? ¡No joda!", relata León, mientras recuerda que ya impartía la ley en actividades deportivas pero siempre en el tabloncillo, pitando juegos de baloncesto y de voleibol. "Mirá vos dónde vine a parar. Con una careta y peto, agachado detrás de otro tipo agachado".

"Al fin de cuentas, el juego de softbol lo terminé rapidito. Me eché una hora y pico, porque para mí todo era strike. Allí comenzó la zona ancha", cuenta entre risas, dado a que le rendía homenaje a una de sus principales características. 

Tras culminar su primer compromiso como umpire le entregaron 65 bolívares. "Para la época eso era un coñazo e' reales y lo hice en una hora y no sé cuanto más. Mientras, como compresorista ganaba 300 semanales. Cuando vi eso me di cuenta de qué era lo que tenía que hacer y lo mejor era que sabía hacerlo. La necesidad me llevó a la curiosidad", explica.

A partir de allí León trabajó en la Liga de Umpires Independientes del Zulia (LUIZ) y luego en la Liga de Árbitros de Luis Barbosa, donde sobresalió hasta su debut en la pelota profesional, un día inolvidable para él.

"Eso fue en la campaña 1988-1989. Me dijeron que me fuera al Estadio Luis Aparicio "El Grande". ese día jugaron Águilas y Tiburones", escarba con precisión en sus archivos mentales.

Su estreno lo hizo como árbitro principal y ante figuras de incuestionable renombre en el beisbol. Un presagio de lo grande que sería su carrera. "¿Vos sabéis quién era el cátcher de las Águilas?", pregunta y al no conseguir respuesta alguna interrumpe el silencio: "Joe Girardi (actual mánager de los Yanquis de Nueva York) y el primera base era Phil Stephenson, quien dio dos jonrones para que el Zulia ganara 2 a 1", describía, mientras el orgullo le dibujaba una enorme sonrisa en su rostro moreno.

El día de su retiro acompañado por David Arrieta (izquierda) y Manuel González, único umpire venezolano en Grandes Ligas

El humor siempre es efectivo

Durante el poco más de cuarto de siglo que cantó bolas y strikes, outs y quietos en los estados venezolanos, Moñoño resaltó por dos aspectos: el dominio del juego y sus ocurrencias sazonadas por su gentilicio marabino.

"Hay que reconocer cuando se comete un error, si no el pelotero se enoja. Cuando yo fallaba una sentencia les decía: 'mijo perdoname, pero ya la cagué'", comenta con la agudeza de quien cuenta un chiste. 

También tiene grabadas en la memoria las discusiones con Phil Regan, a quien considera el mánager que mejor defendía un argumentaba los juegos. "Él siempre ha hablado escupiendo. Un día me reclamó y me llenó la mitad del rostro del tabaco que masticaba. Yo me arreché, agarré impulso y lo escupí también. Son cosas que no se deben hacer pero ya me tenía la molleja obstinada".

Son muchos los peloteros que han desfilado por el plato en los juegos que ha arbitrado León y por eso conoce a algunos a quienes considera no malcriados y a otros no tanto. "Peloteros respetuosos hay muchos, pero Robinson Chirinos (receptor del Magallanes) es un caballero. En los mala conducta la gente señala a Yorvit Torrealba (cátcher de Leones), pero es que ese muchacho es alguien que se entrega mucho al equipo. Cuando él estaba chamo y jugaba con Pastora de Los Llanos era banca porque tenía por delante a Ramón Hernández, Robert Machado y Javier Colina. Yo le cantaba algo que no le gustaba y me decía: 'A mí si me la vas a cantar porque no soy grandeliga'. Yo le contestaba: 'Pues échele bolas para llegar allá'".

Ya la decisión del adiós está tomada. Más nunca León se vestirá de azul oscuro y hará tronar su garganta para hacerle saber a toda Venezuela si determinado pitcheo fue strike o bola. Seguramente quedará inmortalizado en el Salón de la Fama de la pelota criolla en Valencia y le haga compañía a Gualberto Acosta, único umpire exhaltado al olimpo. Seguro ha de existir algo que Moñoño extrañe de los diamantes.

Sí, lo hay. El hombre se levanta de la silla, estira los brazos, haciendo el típico ademán para sentenciar un ponche cantado y enseguida entona a todo gañote una onomatopeya: "Jija". El bateador está fuera.

ANDRIW SÁNCHEZ RUIZ


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