viernes, 29 de abril de 2016

Llamen a sus amigos y díganles que hay una estrella más en el cielo

Andriw Sánchez Ruiz
Twitter: @AnSanchezRu 

Oye, Beto Perdomo, esto está feo… muuuuy feo. El beisbol venezolano se nubló y está sumergido en un palo de agua de esos que caen en Caracas por estos días. Cielos oscuros y tristes. Pisos mojados por las lágrimas de aquellos que te conocieron y de quienes te escucharon. Desconsuelo de los que comprendieron que un elevado manso o un bombo, como decías, tiene similitudes con la suavidad del pan de cada día.
Coye, Beto. Calaste hasta los tuétanos de la idiosincrasia nacional. Alteraste la jerga cotidiana con sinceras y entretenidas descripciones de beisbol. Algunos, cuando señalan un camino, recurren a tu “por aquí, por aquí, por aquí”. Otros, tras lanzar un comentario mordaz, tratan de emular tu entonación del “estraaaaiiiii”.

Serás recordado "por aquí, por aquí, por aquí"
Hoy tu voz se ha apagado, luego de un bonito juego que merecía terminar en extrainnings. La parca, que te acechó en el cáncer de pulmón, cortó tu tallo, dejando desolado el paraje de la pelota. Pero lo que no advirtió, esa inescrupulosa guadaña, es que no te pudo arrancar de raíz. Quedaste sembrado en la tierra, desde el Henry Pittier, hasta la tupida selva del sur; desde el Pico Bolívar hasta el laberíntico Delta del Orinoco. Tu semilla se regará por diamantes de beisbol y cabinas de transmisión.
Tal vez no es correcto despedirse, Beto. Ese viaje que decidiste emprender, el jueves a las 7:00 pm, a quién sabe qué rincón en el firmamento, no será tu olvido. Sabemos que en algún momento, más temprano que tarde, tendrás un espacio en el Salón de la Fama del beisbol venezolano. Nicho que te ganaste antes de partir a la indeseable pero ineludible travesía. Diste tremendo palo y la botaste, para luego pasar por tercera base, dándole la vuelta al cuadro.
Si grande fue la huella que dejaste en los alfombrados cubículos de radiotransmisión, más profundo resultó el rastro de tu carisma, el elemento preponderante en los decibeles de tu voz. Beto, cuando pases la puerta, luego de hacer reír a San Pedro con alguna ocurrencia de las tuyas, dale saludos a los grandes. Es probable que cada uno quiera narrar un inning de algún juego amistoso entre querubines, para no perder las costumbres terrenales.
Nosotros, desde aquí abajo, Beto, llamaremos a nuestros amigos y les diremos, que hay una estrella más que resplandece en el vasto pergamino del cielo.
(Mi homenaje para Beto Perdomo, publicado en El Nacional, el 30 de abril de 2016)

1 comentario:

  1. Excelentes palabras, las leo emocionado porque plasmas en cada párrafo el sentimiento que despierta haber tenido a uno de los más grandes narradores del mundo. El querido e imborrable Beto Perdomo. Gracias por tus palabras y excelente artículo hermano.

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