domingo, 17 de abril de 2016

Un venezolano en Japón: La vida contada por Ramichán

Álex Ramírez triunfó en la lejanía nipona. Allá se convirtió en un prócer del beisbol y en el primer manager latinoamericano en el circuito. No obstante, quiere volver a Venezuela y dirigir a las Águilas del Zulia un día

Andriw Sánchez Ruiz
Twitter: @AnSanchezRu 

La confusión invadía la mente de Álex Ramírez. No era por estar en Japón, tan lejos de su natal Piñango de Yare. Tampoco por enfrentar las incómodas mecánicas de los lanzadores orientales. Mucho menos por el orden casi sobrenatural de la fanaticada. El pelotero, que tenía 26 años de edad en 2001, su primera temporada en el archipiélago, estaba desorientado porque no veía a su estratega hacer ningún tipo de señas.

“Saben… Uno está acostumbrado, en los países de occidente, que el manager siempre da las señas. Se mueve a un lado y a otro, o habla con el coach de pitcheo”, dice  Ramichán, como es conocido el mirandino, desde el centro de Tokio. Allí desarrolla su vida, acompañado de su esposa y su pequeño de 11 meses con Síndrome de Down. “Siempre tuve la espinita de saber quién toma las decisiones y manda directamente en el juego”.

Ya no está aturdido por las nuevas costumbres. Tiene 15 años en Japón. Se ha convertido en prócer. Nipones lo aclamaron como pelotero activo. Gritaron cada uno de los dos mil 17 hits que conectó, siendo el único extranjero en superar los dos millares de imparables en la cerrada liga. Celebraron y copiaron sus bailes cada vez que pegaba un cuadrangular. Este año, aplaudieron su designación como manager del Yokohama DeNa BayStars. Ningún latinoamericano ha ocupado un cargo similar por aquellos lares.

Ramichán en su presentación como manager del Yokohama. Foto cortesía Cárdenas Sports Media

“Ahora me doy cuenta quién da las señas”, comenta y su risa se asoma tímida por el auricular del teléfono. “Aquí, cada miembro del staff de coach tiene un trabajo. El instructor de bateo se encarga del lineup, el de pitcheo mueve a los lanzadores, el del infield en lo suyo, así como el del outfield. El coach de banco es quien da las señas a los jugadores, el manager está allí para hacer los cambios. Gracias a Dios, la organización me ha dado mucha responsabilidad en decisiones”.

Llegar a donde está, como uno de los doce pilotos que conducen el circuito del Japón, dividido por Liga Central y del Pacífico, fue algo que se planteó en 2008. Para aquel entonces, con 33 años, dejó el uniforme de las Golondrinas de Yakult y se atavió con los colores de los Gigantes de Yomiuri.

“Era mi octavo año en Japón”, recuerda Ramichán. “Me dije: ‘ya no tengo nada que buscar en otro lado. El beisbol que conozco está aquí y voy a prepararme para hacer historia aquí. Quiero ser manager en un futuro. Allí tomé la decisión de quedarme’”.

Ahora que, bajo el anonimato producido por lontananza geográfica, ha alcanzado su meta, tiene otra en mente: “Algún día me gustaría dirigir a las Águilas del Zulia”, revela.

“Eso está en el aire. Si llego a volver a mi país como manager, me gustaría estar al frente de las Águilas, porque es un equipo que siempre me ha tratado bien, de una manera muy profesional”.

En la temporada 1999-2000 ganó el título de la LVBP con los rapaces.

Todo es costumbre. Por lo humilde de su origen, Ramírez tenía poco conocimiento del estilo de vida que existía en lo más oriental del orbe. “Yo ni sabía que por aquí (por Japón), había beisbol”, admite. Como cualquier muchacho venezolano que jugaba a batear una pelota, su deseo era llegar a Grandes Ligas. Lo consiguió.

Estuvo en las mayores entre 1998 y 2000, con los Indios de Cleveland y Piratas de Pittsburgh. En Venezuela militó con los Cardenales de Lara, Caribes de Oriente (ahora Anzoátegui) y las Águilas. Con los rapaces logró el título en 1999-2000.

“Tenía 25 años y Pittsburgh buscaba peloteros jóvenes”, relata Ramichán. “Yo me dije: ‘Pero si yo soy un pelotero joven’. Me di cuenta que tenía que salir de allí. Las Golondrinas de Yakult estaban interesadas en mí y me decidí por ellas”. Fue el inicio de su historia en Japón, un país que si bien es pionero en nuevas tendencias tecnológicas, tiene un loable arraigo por lo más tradicional de su cultura, lo que lo hace cerrado a los extranjeros.

“No fue tan duro adaptarme a Japón”, explica Ramírez. “Me crié en un pueblo donde prácticamente comíamos pescado crudo, por eso no tuve problemas con el sushi”, dice mientras ríe. “Siempre tuve claro que no estaba ni en Venezuela ni en Estados Unidos. Sabía que debía adaptarme a Japón, porque Japón no se iba a adaptar a mí”.

La gastronomía nipona, aunque peculiar por la abundancia de mariscos y pescados semicrudos, atrapó a Ramichán. Es una de las prosas que le regala el país asiático para enamorarlo. “No se crean. A veces uno extraña lo suyo, pero aquí consigo hasta Harina Pan”, dice con tranquilidad. “Uno se puede conseguir un patacón y comérselo tranquilito. Todas esas cosas se consiguen. A uno le hace falta su gente, sus amistades, pero esto es un trabajo y hay que tomarlo así”.

Celestino López junto al piloto Ramichán. Foto cortesía Cárdenas Sports Media

Embajador criollo. Una vez Ramichán caminaba por las calles de Tokio. Como es normal, un fanático japonés lo detuvo. El hombre lo alababa. “Me decía: ‘eres un gran pelotero, eres venezolano. Es muy bueno, usted’. Luego me dijo: ‘mucho gusto, señor Álex Cabrera’”, rememora con contagiosa risa. “Le tuve que explicar que yo no era Cabrera. Solo somos compatriotas”.

“Aquí ven al venezolano como buena gente, por mí y peloteros que han venido a jugar para acá. Yo me siento orgulloso por eso. Trato de dejar lo mejor posible el nombre de mi país. Ellos, los japoneses, saben que si eres venezolano es posible que seas buena gente, como lo es Ramichán para ellos”.

Ramírez ha vivido la famosa entrega del japonés por cualquier cosa a la que se dedique. El riguroso orden y la metodología para los detalles, son enseñanzas que el ex pelotero atesora. Es el contenido del cofre que encontró en la tierra de los cerezos.

“Yo pensaba que tenía disciplina hasta que llegué a Japón”, expresa. “Aquí es algo totalmente distinto. La manera que ellos tienen para el beisbol es muy exigente, eso te ayuda. También aprendí mucho sobre el respeto. Aquí percibo y recibo un respeto inmenso. Eso es lo esencial del japonés”.

Entrevista publicada en el diario El Nacional, en su edición dominical del 17 de abril de 2016

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