jueves, 5 de noviembre de 2015

Domingo en Plaza Caracas: Caimanera de críquet entre India, Pakistán y Bangladesh

ANDRIW SÁNCHEZ RUIZ
(Trabajo publicado en Diario Ciudad CCS el 20 de abril de 2015) 

La rutina de Caracas puede cegar a sus habitantes. En el ajetreado vaivén del día a día, los sentidos se nublan y es posible desatender el reconocimiento de la ciudad como un centro cosmopolita, digno de la capital de un país. El Valle no guarda secretos. Los expone a los cuatro vientos para que algún avileño, que salga de la absorción del hábito cotidiano, se nutra de ellos.

Clamores y palabras extrañas, entonadas en un idioma poco habitual para los oídos citadinos, son los elementos que hacen voltear a los lados y dejar atrás los pensamientos automáticos. Los sonidos rebotan en las descuidadas paredes que encajonan a la Plaza Caracas.

Bajo la adusta mirada del busto de Simón Bolívar yace la fuente de la novedad. Cerca de 20 hombres juegan con bates y pelotas. Uno lanza la bola con fuerza, a veces desmedida, mientras que otro individuo trata de pegarle y, si lo logra, esperar que la defensa no la tome de aire.

No. No es el acostumbrado y querido beisbol, disciplina tan caraqueña como la Doña Antañona y muy popular en las urbes más grandes del Caribe español. La veintena de hombres juegan al críquet ante la vista curiosa de algunos avileños. El sol dominical de las 3:00 pm es la manta que les da calor a todos.


Foto: Leila Saab


Como si no tuvieran una concurrencia sorprendida, maravillada y confundida, los jugadores están absortos en el pasatiempo. Ellos son inmigrantes provenientes de India, Pakistán y Bangladesh, países que componen el corazón del Sur de Asia y tan apasionados por el críquet como el venezolano por el beisbol.

¿Pero qué hace una colonia de personas que nacieron a más de 14 mil kilómetros de distancia, en el punto más norteño de Suramérica, al otro lado del mundo? Al interpelarlos muchos sonrieron y desviaron la mirada. La timidez no tiene barreras culturales. Algunos comenzaron a preguntar quiénes dominaban el español. Enseguida un hombre alto, corpulento y cerca de los 40 años de edad dio un paso al frente y con una sonrisa, que denotaba amabilidad, sacó su teléfono celular.

“Nosotros representamos a Venezuela en el críquet”, dice mientras enseña, notablemente orgulloso, una foto de la primera plana de un rotativo de Curazao que anunciaba a la selección amateur criolla como la campeona del deporte inglés en el Caribe. Eso fue en agosto de 2011.

Con perfecto español, pero sin abandonar su acento nativo, el extrovertido hombre se presentó como Shehzad Choudhany, quien ya tiene casi 10 años en el país.

Shehzad Choudhany

“Mi familia está lejos, en la India. Yo viví en Londres por un tiempo. Desde hace mucho estoy aquí. Yo me siento venezolano y le tengo amor a esta tierra, una de las más bellas del mundo”, explica el individuo a quien los demás jugadores le dicen capitán.

Shehzad sostiene que todos sus coterráneos que viven en Venezuela lo hacen del comercio, pues vieron en Suramérica una nueva latitud para ser mercaderes.

“En Plaza Caracas practicamos”, cuenta y desvía su atención por el sonido seco de un tablazo. La bola pega en una de las ventanas del Centro Simón Bolívar. Luego de alabar la jugada, Shehzad continúa su relato.

“Esto lo hacemos todos los domingos para compartir con los amigos. Nos entretiene y gusta que nos vean”, expresa y sonríe cuando se le pregunta por el beisbol. “Lo puedo ver, pero prefiero el críquet”.

Hay mucho que aprender

Aquel que tenga un remoto conocimiento de la cultura surasiática tiene presente el histórico conflicto entre Pakistán e India. Por lo que puede parecer extraño ver habitantes de dichos países compartiendo y hasta celebrando en una armonía de familia.

“Amigo, eso es solo un problema entre los gobiernos”, esclarece Shehzad con tono instructivo. “Pakistaníes e indios somos como hermanos. Aquí todos somos lo mismo, no hay diferencia alguna. Los venezolanos tienen que aprender eso, pues la intolerancia de ambas partes es mala. Opositores ven a chavistas diferentes y viceversa. Al final todos son lo mismo”.

Son casi las 5:00 pm. El sol pierde su fuerza y absorbe la timidez que ya no tienen los jugadores de críquet. Algunos en inglés invitan a los caraqueños a conocer más de este deporte y a ver la unidad que se puede encontrar en él.

Caracas vuelve a sorprender y a educar. La diversidad cultural existe al pie del Ávila, sino, ¿quién iba a imaginar críquet en plena ciudad?



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