Scouts
y medios de Boston comparan a la promesa caraqueña con la leyenda dominicana,
que lo ha aconsejado en su camino por ligas menores
Andriw Sánchez Ruiz
Twitter: @AnSanchezRu
Un niño de 12 años de
edad, absorbía la mirada de todas las personas que poblaban la minitribuna del
estadio más pequeño de La Planicie, en el 23 de Enero. Tenía la bola en sus
manos y estaba parado sobre el montículo. Había asombrado al circuito Li-Menor ese
año 2010. Jugaba para Los Amigos, pero era tan bueno que Cardenales se reforzó
con él para tratar de ganar la final de la categoría infantil.
El infante lanzó sin
miedo. Dominó a una buena cantidad de bateadores y recibió los vítores de sus
vecinos de la parroquia caraqueña. “No olvidaré ese día”, dice Anderson
Espinoza después de que han pasado seis años de aquel momento. Ni aunque
quisiera, podría borrar el instante de su memoria, pues ese fue el génesis de
su historia en el beisbol. “En ese momento me di cuenta que pitchear era lo
mío, que me quería dedicar a esto”.
La figura del lanzador,
ahora con 18 años de edad, no ha dejado de atraer las miradas, pero ya no son
parroquianos los que lo observan. Tiene la atención de todo el universo del
beisbol organizado por ser uno de los diamantes brutos más valiosos en las
minas de los Medias Rojas de Boston. El ránking de prospectos de la MLB lo ubica
en el puesto 39 y como la cuarta mejor promesa de los patirrojos.
“Al principio, cuando
comencé a ver mi nombre en periódicos de Boston, sentía un poquito la presión
sobre todo esto”, relata desde Florida el muchacho, que se hizo pelotero
profesional hace dos años, al firmar con los Medias Rojas por 1,8 millones de
dólares, más una beca universitaria de 200 mil. “Pero hay que llevarlo con
calma. Estoy orgulloso del trabajo de vida que hizo mi familia conmigo”.
Héroe
vigilante. Scouts y técnicos lo analizaron. Coincidieron que
por su corta estatura para ser serpentinero -algo irónico pues mide 1,83
metros- su humeante recta y curva en rango 12-6, evocaba al novel Pedro
Martínez, dominicano leyenda de los patirrojos que hoy posee una placa en el
Salón de la Fama de Cooperstown.
“Que me comparen con el
señor Pedro… Woow ¡Vaya que es un orgullo! Él sabe mucho de mí”, admite
Espinoza, antes de revelar que las conversaciones que ha tenido con el astro
quisqueyano han desembocado en un mar de consejos. “Somos personas ‘pequeñas’
así que me dice: ‘Trabaja fuerte y cuando te subas allí (al montículo) no le
tengas miedo a nadie, ni a los grandes’”.
Martínez lo vio poco
antes de firmar. Luego de algunos pitcheos le gritó a los scouts de los Medias
Rojas presentes: “Ey, no dejen escapar a ese chico”. Resultaron palabras
indiscretas, pues tenía al lado a Félix Luzón, agente de Espinoza. “Eso le
costó a Boston un poco más al final, pero valió la pena”, le admitió el
inmortal al Boston Herald.
A
la práctica. Espinoza toma la teoría dada por
Martínez y la lleva a situaciones reales. Deja el miedo y la presión a un lado.
Se enfoca en sacar bateadores. “Sé que muchos me ven y hay grandes
expectativas. Yo busco subirme a la lomita y hacer lo que sé que puedo”,
comenta.
Tan veloz como su recta
de 96 millas por hora, que a veces puede llegar a 100, fue su ascenso en ligas
menores. Pasó muy rápido de categoría Rookie a clase A. Pero todavía le falta
curtirse, hasta que eso no ocurra no podrá pisar el Fenway Park u otro estadio
de Grandes Ligas. Él está consciente de ello.
“Mis metas son claras
este año. Empezaré en clase A media, pero no espero estar mucho tiempo allí.
Quiero estar en A fuerte y cerrar el año en doble A, por lo menos lanzar un
inning en esa categoría. Y, claro, en el proceso ser invitado al Juego de
Estrellas del Futuro”.
Para complementar el
envío rápido y la curva que posee, Espinoza lanza un cambio de velocidad. “En
este momento, estoy muy contento con ese pitcheo. Está cayendo donde quiero y
como quiero. He logrado un buen comando”, explica la ficha de Leones del
Caracas en Venezuela.
¿En
qué debe mejorar?
Pareciera que Anderson
Espinoza lo tiene todo para un día alcanzar la cúspide de las mayores, como lo
hacen Félix Hernández y Carlos Carrasco en la actualidad. Pero siempre falta
algo, más allá de las habilidades físicas.
“Creo que me debo
mejorar la mentalidad cuando me va mal”, dice sin titubeos. “Debo entender que
todo pitcher tiene días malos. A veces no te salen los lanzamientos o los
bateador este caen a palos, pero es normal. Pero cuando me ocurre a mí paso dos
días con dolor de cabeza. Debo controlar eso para dar el gran salto algún día”.
Pasará por lo menos un año para verlo lanzar en Venezuela, pues está convencido
que es algo difícil. “Puede que para el 2017 sea algo más seguro”.
Entrevista publicada en diario El Nacional, en su edición del 28 de marzo de 2016
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