ANDRIW
SÁNCHEZ RUIZ
(Trabajo publicado en Diario Ciudad CCS el 20 de abril de 2015)
La rutina de Caracas puede cegar a sus
habitantes. En el ajetreado vaivén del día a día, los sentidos se nublan y es posible desatender el reconocimiento de la ciudad como un centro cosmopolita,
digno de la capital de un país. El Valle no guarda secretos. Los expone a los
cuatro vientos para que algún avileño, que salga de la absorción del hábito
cotidiano, se nutra de ellos.
Clamores y palabras extrañas, entonadas en un idioma
poco habitual para los oídos citadinos, son los elementos que hacen voltear a
los lados y dejar atrás los pensamientos automáticos. Los sonidos rebotan en las descuidadas paredes que encajonan a la Plaza Caracas.
Bajo la adusta mirada del busto de Simón Bolívar
yace la fuente de la novedad. Cerca de 20 hombres juegan con bates y pelotas.
Uno lanza la bola con fuerza, a veces desmedida, mientras que otro individuo
trata de pegarle y, si lo logra, esperar que la defensa no la tome de aire.
No. No es el acostumbrado y querido beisbol, disciplina tan caraqueña como la Doña Antañona y muy popular en las urbes más grandes del Caribe español. La veintena de hombres juegan al
críquet ante la vista curiosa de algunos avileños. El sol
dominical de las 3:00 pm es la manta que les da calor a todos.
Foto: Leila Saab
Como si no tuvieran una concurrencia sorprendida,
maravillada y confundida, los jugadores están absortos en el pasatiempo. Ellos son
inmigrantes provenientes de India, Pakistán y Bangladesh, países que componen
el corazón del Sur de Asia y tan apasionados por el críquet como el venezolano
por el beisbol.
¿Pero qué hace una colonia de personas que nacieron
a más de 14 mil kilómetros de distancia, en el punto más norteño de Suramérica, al otro lado del mundo? Al
interpelarlos muchos sonrieron y desviaron la mirada. La timidez no tiene
barreras culturales. Algunos comenzaron a preguntar quiénes
dominaban el español. Enseguida un hombre alto,
corpulento y cerca de los 40 años de edad dio un paso al frente y con una
sonrisa, que denotaba amabilidad, sacó su teléfono celular.
“Nosotros representamos a Venezuela en el críquet”,
dice mientras enseña, notablemente orgulloso, una foto de la primera plana de
un rotativo de Curazao que anunciaba a la selección amateur criolla como la campeona del
deporte inglés en el Caribe. Eso fue en agosto de 2011.
Con perfecto español, pero sin abandonar su acento nativo, el extrovertido hombre se
presentó como Shehzad Choudhany, quien ya tiene casi 10 años en el país.
Shehzad Choudhany
“Mi familia está lejos, en la India. Yo viví en
Londres por un tiempo. Desde hace mucho estoy aquí. Yo me siento venezolano y
le tengo amor a esta tierra, una de las más bellas del mundo”, explica el
individuo a quien los demás jugadores le dicen capitán.
Shehzad sostiene que todos sus coterráneos que viven
en Venezuela lo hacen del comercio, pues vieron en Suramérica una nueva latitud
para ser mercaderes.
“En Plaza Caracas practicamos”, cuenta y desvía su
atención por el sonido seco de un tablazo. La bola pega en una de las ventanas
del Centro Simón Bolívar. Luego de alabar la jugada, Shehzad continúa su
relato.
“Esto lo hacemos todos los domingos para compartir
con los amigos. Nos entretiene y gusta que nos vean”, expresa y sonríe cuando
se le pregunta por el beisbol. “Lo puedo ver, pero prefiero el críquet”.
Hay
mucho que aprender
Aquel que tenga un remoto conocimiento
de la cultura surasiática tiene presente el histórico conflicto entre Pakistán
e India. Por lo que puede parecer extraño ver habitantes de dichos países
compartiendo y hasta celebrando en una armonía de familia.
“Amigo, eso es solo un problema entre los
gobiernos”, esclarece Shehzad con tono instructivo. “Pakistaníes e indios somos
como hermanos. Aquí todos somos lo mismo, no hay diferencia alguna. Los
venezolanos tienen que aprender eso, pues la intolerancia de ambas partes es
mala. Opositores ven a chavistas diferentes y viceversa. Al final todos son lo mismo”.
Son casi las 5:00 pm. El sol pierde su fuerza y
absorbe la timidez que ya no tienen los jugadores de críquet. Algunos en inglés
invitan a los caraqueños a conocer más de este deporte y a ver la unidad que se
puede encontrar en él.
Caracas vuelve a sorprender y a educar. La
diversidad cultural existe al pie del Ávila, sino, ¿quién iba a imaginar
críquet en plena ciudad?
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