Andriw Sánchez Ruiz
> Es un libro abierto y con
franquesa cuenta los detalles de la contratación con los melenudos. Habla de su
firma al profesional en 1978 y el arribo como piloto a las mayores. Agradece
por los consejos de José Tartabul, Jim Leyland, Davey Johnson y Sparky Anderson
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Nunca dejará de sorprender la
tranquilidad que existe en el Estadio Universitario durante las mañanas. La paz
y armonía parecen ser los elementos naturales del espacio. Sillas vacías,
diamante sin su habitual maquillaje, grama recién podada y trabajadores laboran
como si un control remoto les hubiera impuesto el mute.
Las percepciones se hacen añicos
al recordar que la noche anterior el bullicio y la algarabía imperaban en cada
rincón. Cual coliseo romano, clamores bondadosos o soeces eran regalados a
peloteros y técnicos. No hay nada de qué avergonzarse, mientras no exista la
violencia. La esencia de un terreno profesional es brindar un espectáculo y
saciar las necesidades de fanatismo que afloran en muchos de los venezolanos.
Pero también se viven cosas interesantes
durante las mencionadas mañanas de sosiego. Ocurren tan atrayentes situaciones
que es posible encontrarse a Alfredo Pedrique, mánager de Leones del Caracas.
Foto Marcos Colina/Ciudad CCS
Poco importa lo tarde que haya
terminado el juego de la noche anterior o si el viaje de regreso a la capital
ha sido largo y agotador, el timonel está instalado en su oficina en el
clubhouse melenudo a las 10:00 am.
Camina y habla de una manera
relajada. Al igual que el Universitario, pasma la tranquilidad de su persona a
pesar de ser blanco de la opinión pública. Su cargo nunca lo exentará del
fanatismo que irradia la pelota en el país. No hay cuartel, ni siquiera de su
familia.
—Una vez más está en plena
temporada del beisbol venezolano. Ahora con Leones. ¿Cómo reaccionó su familia
al conocer el nuevo trabajo?
—Cuando acepté dirigir a Leones,
toda mi familia me quería matar (risas). Hay muchísimos magallaneros entre
ellos. Claro, estallaron porque lo mantuve en secreto por recomendación del
señor Luis Ávila (presidente de la organización caraquista).
—¿Ni siquiera su esposa supo?
¿Cómo fue ese primer acercamiento de Leones?
—Ella sí se enteró, pues cuando
me llamó el señor Ávila, yo tenía el altavoz en el carro. Eso fue en la segunda
semana de enero. Recuerdo que tranqué, ella me miró y me dijo: ‘¿Vas a aceptar?
¿Tú estás loco?’ Es magallanera. Le expliqué que soy técnico de beisbol, es mi
trabajo y mis oídos siempre van a estar abiertos. Entonces le dije que si
aceptaba ella iba a estar tranquilita sentada del lado del Caracas (risas).
—Pero aceptó. Me imagino que
ahora sí lo apoyan.
—A veces (risas). Cuando es
contra Magallanes no hay apoyo. Si es un juego versus otro rival siempre me
envían mensajes de aliento. Cuando acepté, todo fue un lío. Me tildaron de
loco, hubo mucha echadera de broma. Todos son radicales, pero en una forma muy
sana.
—Es prematuro e incierto lo que
hay más adelante pero… ¿Se ha planteado otro año con el Caracas?
—Claro, lo ideal cuando uno
acepta la responsabilidad con un equipo uno piensa a largo plazo. Siempre he
sido creyente de que con la continuidad viene el éxito. Si tú mantienes un
ritmo de trabajo año tras año, verás los resultados. Estoy claro de que esto
depende del rendimiento. Hay que ganar una temporada corta. Si quieres ser
mánager en Venezuela debes ganar.
—Entonces… ¿Cuál cree que son
las nomenclaturas para ganar en esta liga?
—Todos sabemos que para ganar un
campeonato aquí, se necesitan muchas fórmulas. Hay que tener suerte y no es
fácil estructurar un equipo balanceado con las restricciones. Pero lo más
importante en esta liga es saber manejar un clubhouse.
Hay personajes diferentes,
peloteros que vienen de jugar diferentes niveles y organizaciones.
Prácticamente tienes 15 días de entrenamientos para armar un club y tres meses
para mantener la química.
—¿Es muy difícil la aceptación
de un mánager por sus peloteros?
—Sí, eso también. Cuando llegas a
un equipo nuevo te vas a encontrar con cosas muy buenas, con vicios y
filosofías diferentes.
Si crees que tu manera te ha
ayudado todos los años para conseguir el éxito, cuesta un poquito para que los
peloteros te acepten. Primero debes hacer que confíen en ti. Aunque ellos sepan
quién eres, tú debes demostrar que tienes los conocimientos y la experiencia
suficiente para ayudarlos a conseguir un título.
—Además de eso, ¿qué convierte
a una organización en ganadora?
—Sencillo: la unión, jugar en
equipo. Cuando todo el róster está en el dugout viendo el juego, cuando todos
los peloteros ven los 27 outs sin perder detalle alguno de lo que sucede en el
terreno, ese conjunto va a tener éxito. Pero cuando tienes a los muchachos
divididos, algunos viendo televisión, hablando por el celular en el clubhouse y
nueve peloteros te están jugando duro, por muy virtuoso que sea dicho equipo y
por muy trabuco, no van a ganar. Más allá del talento tiene que haber unión,
respeto entre ellos y por la camiseta que se defiende.
Un mánager no nace, se hace
Si usted fuera un aspirante a ser
piloto, escuchar hablar a Pedrique sería una clase magistral. El bolígrafo no
pararía de gastar la tinta, mientras apunta cada consejo y anécdota.
Seguramente no distraería su atención. ¿Cómo podría hacerlo? Con usted habla un
hombre que cuenta con 37 años de experiencia en el beisbol profesional, 20 como
técnico entre Estados Unidos y Venezuela. Por favor, no omita el hecho que es
uno de los dos venezolanos que han sido estrategas a tiempo completo en Grandes
Ligas, que ha ganado tres veces el galardón Mánager del Año en Venezuela y ha
dirigido en par de finales del circuito.¡Vaya que resultaría una gran lección!
Pero, como naturalmente es, esos conocimientos no
vinieron con Pedrique cuando vino al mundo hace 55 años en Maracay. Su apego al
beisbol, las diversas vivencias y las personas que conoció en el trayecto lo
formaron.
Desde que el hombre tiene sentido
de la razón, el juego de pelota estuvo presente en su vida.
“Mi tío Obdulio entrenó la
Universidad Central de Venezuela por muchos años. Mi papá Alfredo y su hermano
gemelo, Freddy, fueron campocorto y segunda base en la Fuerza Aérea. Estuvieron
en muchas competencias nacionales”, recuerda sin esfuerzo.
La presencia del beisbol en su niñez, así como la simpatía por los Tigres de
Aragua y David Concepción, terminaron de darle razón a su vida: el joven
Alfredo quería ser pelotero profesional.
“Yo siempre manifesté ese deseo”,
cuenta y sus cabellos canosos revelan que el anhelo ocurrió hace bastante
tiempo. “Mis padres me apoyaron siempre. Lo único que me exigieron fue
graduarme de bachiller y nunca les di problemas con los estudios. Ellos me
enseñaron la responsabilidad. Me inculcaron que si quería practicar algún
deporte tenía que cumplir con lo académico”, dice y admite que además del
beisbol le llamó la atención la pedagogía en Educación Física y la gerencia
deportiva.
—Firmó para el profesional en
1978. ¿Cómo fue el proceso?
—Yo estaba jugando un Campeonato
Nacional Juvenil en San Carlos (Cojedes) con la selección de Carabobo. El
periodista Antonio Narváez era muy amigo del señor Pedro Padrón Panza y le
comunicó que había visto un campocorto de buenas condiciones, con un buen
tamaño y no mucho poder a la ofensiva. Padrón Panza y Pompeyo Davalillo
viajaron a San Carlos.
Vieron tres juegos y me invitaron
a Caracas para practicar una semana con los Tiburones. Esa semana llegó Nino
Escalera, scout de los Mets de Nueva York y firmé con ambas organizaciones.
—Firmó bastante joven, ese
primer año seguro fue duro.
—Bastante. Firmé a finales de
julio y los Mets querían que yo viajara enseguida, pero antes tuve que sacar mi
bachillerato. Me presenté en Clase A corta en agosto con el equipo Little
Falls. Hablaba muy poco inglés. Tras las primeras dos semanas me pegó la
soledad. Me hicieron falta mis padres y mis hermanos. Fui a hablar con el
gerente del equipo y le dije que quería regresar a Venezuela. La respuesta de
mi papá fue: ‘Tú quisiste esto. Es hora que le eches pichón y te sacrifiques’.
—Y en Venezuela La Guaira. Jugó
poco sus primeras temporadas y luego se asentó con Magallanes. ¿Eso fue un
préstamo?
—Sí, hubo un préstamo. No llegué
a ningún acuerdo económico con el señor Padrón Panza y le pedí que me prestara
para cualquier equipo. Magallanes necesitaba un campocorto y ese año me fue
bien con ellos.
—Cuando regresó, Tiburones ya
era la famosa y exitosa Guerrilla, ¿qué tan especial fue la experiencia?
—Era más maduro. Venía de jugar
Doble y Triple A. El mánager José Martínez me dio la confianza. Como habían
muchos shortstops me ofreció la inicial. Acepté porque podría jugar todos los
días y tomar turnos al bate. Fue muy especial. Lo más importante que aprendí de
ese grupo fue el compañerismo. Había mucha competencia entre nosotros, pero
mucho respeto por los compañeros, la divisa y el juego. Ese grupo nunca dejó de
trabajar muy duro.
—Se retiró a los 33 años, una
edad prematura. ¿Por qué lo hizo si venía de batear .305 con los Marlins en
Triple A?
—Sí, me fue muy bien. Pensé que
era otro golpe de suerte para volver a las mayores. No se dio. Ellos querían
que yo fuera un infield extra en Triple A. Ese año subieron a dos prospectos
desde Doble A y pasé a ser el utility del equipo. Me di cuenta de que era el
momento indicado para retirarme. Era 1994 y la huelga paró el beisbol. Te digo
que tres organizaciones me ofrecieron mucho dinero para que no apoyara el
movimiento de los peloteros, eso hacían, pero no quise. Preferí mantener la
mística por el juego y buscar otras opciones.
¡Llegó la hora de dirigir!
Tras colgar los spikes, Pedrique
deseaba mantenerse en el beisbol, bien sea como técnico o en las oficinas de
alguna organización. Los Reales de Kansas City lo llamaron en 1995. Le
ofrecieron la sucursal Clase A corta. “Les dije que quería ser coach primero,
pero ellos dijeron que no. Consideraban que estaba listo para dirigir”.
Poco a poco tomaba experiencia en
el nuevo rol. En 1999 comenzó con los Astros de Houston y luego mánager de
ligas menores con Cascabeles de Arizona. Llegó 2004 y la gran oportunidad de su
carrera: ser timonel en Grandes Ligas.
—Bob Brenly despedido y llegó
el chance. ¿Cómo ocurrió?
—Brenly fue despedido injustamente.
Arizona tuvo lesiones de peloteros claves y comenzaron a subir jugadores que no
estaban listos para el nivel. Una mañana me preparaba para ir al estadio, me
llamó la asistente del gerente general y me dijo que pasara por la oficina
antes de llegar al clubhouse. Me extrañó eso. Cuando la veo me dice que Brenly
estaba sentado con el dueño y el gerente, pues lo iban a despedir. Tras 15
minutos apareció Joe Giragiola, gerente general, y el dueño. Me ofrecieron el
equipo y acepté. De verdad, tenía muchos nervios.
—Oswaldo Guillén y usted son
los únicos venezolanos que han dirigido en el nivel… ¿Es casualidad o hubo una
escuela en La Guerrilla de La Guaira?
—Hubo una escuela. Nosotros
aprendimos la manera correcta de jugar el beisbol. Aprendimos el ABC y a jugar
por el equipo, a respetar el juego y al contrario, a no montar circos en el
terreno. Cuando el grupo de La Guerrilla nacía, salían peloteros como Oswaldo
Blanco, Enzo Hernández, Remigio Hermoso y otros, que nos enseñaron todo, hasta
cómo hay que actuar dentro y fuera del diamante.
—¿Cuáles fueron los maestros
más importantes que tuvo para ser mánager?
—Tuve la suerte de tener como
maestro a José Tartabul, el viejo. Cuando fue mi coach de bateo me dio muchos
consejos que influyeron cuando comencé mi carrera como técnico. Como pelotero
tuve la oportunidad de ser dirigido por Luis Aparicio, Pompeyo Davalillo, José
Martínez y Preston Gómez. Y en Estados Unidos a Jim Leyland, Davey Johnson y
Sparky Anderson.
—¿Qué aprendió de Leyland,
Johnson y Anderson?
—Los tres me enseñaron el respeto
por el beisbol y la preparación fuerte que uno debe tener. Para recibir algo
bueno tú tienes que dar. En esta profesión, y me imagino que en todas, siempre
tienes que darle ese tiempo extra para poder esperar las cosas buenas.
—Tiene una buena vida en
Tucson, Arizona ¿Qué le da Venezuela que siempre quiere regresar?
—Siempre extraño a Venezuela como
país. Soy de aquí y nunca olvidaré donde nací. Es una nación que tiene muchas
cosas bellas. Tengo muchos amigos, siempre he dicho que si no vengo a Venezuela
por el beisbol trato de regresar para compartir con la gente. El venezolano es
diferente al estadounidense. Aquí hay un ambiente agradable. La gente, con todo
y los problemas, se busca y ayuda.
—¿Cómo se ve en 20 años, en el
futuro, cuando tenga 75?
—Me visualizo en la playa,
pescando. Me gusta mucho el mar, es algo que me relaja. Mi señora y yo tenemos
eso en común. No nos fastidiamos de la playa, no importa si el agua está fría o
caliente. Solo Dios sabe si me va a dar salud de aquí allá, si es así me
gustaría seguir trabajando en el beisbol.
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“Le mentí a Astros para que
firmara a Altuve”
Alfredo Pedrique no solo ha
fungido como mánager. Ha sido socut de avanzada, asistente de gerente general,
coach de infielders y scout de talentos, en tal rol descubrió uno de los
mejores bateadores de nuestro país: José Altuve.
“Yo lo que quiero es jugar, no me
importa el dinero”, esas fueron las palabras textuales de Altuve cuando lo
conocí, relata el timonel de Leones.
“Pero yo no fui el único
responsable de esa firma”, continúa. “Wolfang Ramos, que en paz descanse, trajo
a Altuve a la academia y me dijo que no me dejara guiar por su tamañito”.
“Luego fue un trabajo en conjunto
de Omar López, Ramos, Pablo Torrealba y yo. Mi labor fue insistirle a los
Astros para que firmaran al muchacho. De hecho, les mentí sobre la estatura. En
ese momento querían peloteros altísimos, todo lo contrario de Altuve. Fui
superinsistente con el director de Ligas Menores de los Astros, pues me
sorprendió el buen contacto que le hacía a la pelota y la seguridad que tenía
José de sí mismo”, continúa.
Pedrique se siente orgulloso
cuando ve lo que ha hecho Altuve en Grandes Ligas. “Esas cosas me satisfacen y
me motivan en mi trabajo”.
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“Se deben mejorar clubhouse de
visitantes”
No es un secreto que el beisbol
venezolano debe mejorar en varios aspectos para que se consolide como una de
las mejores ligas del mundo. Aunque los estadios poco a poco han evolucionado,
hay fallas graves todavía. Para Alfredo Pedrique una de esas falencias son las
condiciones de los clubhouse de visitante de las diversas plazas.
“Se deben mejorar los clubhouse
de visitantes. He notado el descuido que hay en ellos y no veo la razón, porque
esos espacios deberían estar como en Estados Unidos. No hablo del lujo que hay
allá, sino de la comodidad y la limpieza. Es necesario que los peloteros tengan
un buen baño, que haya lockers y donde te sientas seguro que te puedes
cambiar”, opina.
Muchas veces se ha dicho que la
liga y los equipos se rigen por las normas de la Major League Baseball, con
ciertas restricciones por gran diferencia económica. No obstante, Pedrique cree
que “no se cumplen en su totalidad. Creo que hay suficiente personal encargado
y experiencia en este negocio para brindar mayores comodidades a los equipos visitantes”.
Entrevista publicada en la edición del de noviembre del Diario Ciudad CCS
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