“Al bate Dixon Machado,
campocorto”, se escucha en los altavoces del Estadio Universitario. El joven
camina del círculo de espera a la caja de bateo. Se oyen aplausos e improperios
que, irónicamente, están cargados de apoyo. En el pequeño camino quita la mirada
de su bate y la enfoca a las tribunas. Las pupilas del novel se posan en su
madre. “Ella siempre me hace señas para que batee, todo el tiempo”, dice el
torpedero.
Sus
dos pies están plantados a un lado del plato y aguarda por el lanzamiento. ¿Era
posible que aquel niño amante de Cardenales de Lara supiera que defendería a
Leones del Caracas? No. Ni el mismo soñaba con eso.
Sin
embargo, la pasión por el beisbol le había tomado el corazón desde temprana
edad. La memoria más remota que tiene Machado sobre la chispa de amor por el
juego ocurrió en la final de la temporada 1998-1999. “Solo recuerdo a…
¿Chamberlain? Eso, Wes Chamberlain, celebrar mientras corría a primera porque
conectó un batazo para que Cardenales fuera campeón”, trata de rememorar y su
mirada denota muchas dificultades.
Efectivamente.
Con un profundo tablazo, Chamberlain le dio el tercer título a los
crepusculares en el Estadio Antonio Herrera Gutiérrez. El equipo derrotado fue
Leones, al que ahora le jura lealtad y defensa a toda costa. “¡Fíjate! No
recordaba que había sido contra el Caracas”, apunta.“Sí, será especial cuando
juegue en Barquisimeto”.
El
hablar de Machado es comparable al de un joven que vive un sueño, pues la
mayoría de sus frases van acompañadas con sonrisas. Cuando se le recalca que
por las paradas cortas melenudas pasaron Alfonso “Chico” Carrasquel, Teodoro
Obregón, Omar Vizquel, Álex González y Asdrúbal Cabrera; baja la mirada. Trata de
disimular la inocultable sonrisa.
“Eso
es bastante especial”, comienza sin conseguir borrar el gesto de emoción.
“Imagínate, estar en esa lista de shortstops, con ese montón de famosos y
leyendas. De nuevo, es bastante especial”, logra completar.
Pero
la custodia del campocorto capitalino no es lo único en común que tiene Machado
con los rimbombantes nombres mencionados: él también es un grandeliga. Debutó
el pasado 25 de mayo con los Tigres de Detroit. Ese lunes fue el parador en
corto titular de Brad Ausmus.
El
arribo a las mayores, aunado al destacable desempeño que atraviesa con Leones,
hace pensar que es una sensación inmediata entre el público caraquista. Que,
con mucha seguridad, lo detienen en centros comerciales y hoteles para pedirle
fotos y autógr… “Espera, espera. Eso no ocurre todavía", interrumpe entre
risas. “No me reconocen en la calle”, admite sin tapujos.
“La
gente nada más ve lo que enseñas en el terreno, pero ser buena persona es lo
más importante. Lo mejor de todo es poder dar a conocer que eres una buena
persona a los demás”, explica el confeso fanático de Derek Jeter.
Vizquel y sus consejos
¿Ir
a jugar a Venezuela? Machado se planteó la pregunta muchas veces. Sus padres
siempre le pedían que lo hiciera, pues lo querían ver en un terreno de la
pelota local. Desde 2011, cuando tenía 19 años y llegó a Leones proveniente de
Bravos de Margarita, se esperaba el ansiado debut.
Un
día del presente año se decidió. Iba a uniformarse con los melenudos. No tardó
en decírselo a Vizquel, su coach de primera base en Detroit. “Él me dijo: ‘anda
a jugar. Esa liga es lo mejor’”, parafrasea el nacido en San Cristóbal pero
criado en Maracay.
“Vas
a aprender mucho. Jugarás con mucha gente, con peloteros veteranos. Nada más
estando en el clubhouse vas a aprender”, le decía el ganador de once Guantes de
Oro y uno de los emblemas más alabados en la historia de la divisa caraquista.
¿Cómo
Machado no iba a escuchar a un hombre que veía en videos haciendo magia en el
campocorto de los Indios de Cleveland? Imposible no prestar atención y tomar
nota.
Hubo
otro consejo de Omar: “Si puedes jugar la temporada completa hazlo”. No
obstante, será difícil que el bisoño torpedero lleve a cabo esa recomendación.
Si bien todavía no cuenta con limitaciones de Detroit, prefiere evaluar él
mismo su estadía con Leones.
“Hay
que pensar en el futuro. Tengo que prepararme para el año que viene. Quizá sea
mío el campocorto de Detroit o de otro equipo, uno nunca sabe. Jugar aquí es
bonito, pero la meta es ser shortstop regular en Grandes Ligas”, sostiene sin
una sonrisa dibujada.
El
aprendizaje se comienza a notar a pesar atravesar tan solo la segunda semana de
temporada. El bateo, el aspecto que viene a trabajar, está mejor que nunca.
Liga para más de .340 y es uno de los outs más difíciles del circuito. “Tigres
quiere que mejore con mi ofensiva. Dicen que todavía me falta madurar eso y
tienen razón”, manifiesta.
De
momento parece que va por buen camino. Hasta conexiones lejanas ha largado,
incluido un cuadrangular el 10 de octubre frente a Tigres de Aragua en Maracay,
la ciudad que lo vio crecer. “Con mi primer hit los muchachos no me echaron broma
pero sí con ese jonrón”, confiesa y la sonrisa le retorna al rostro. “Urrutia
es uno de los que siempre bromea. Me dice que ese batazo ha sido más largo que
todos los que él ha dado”.
Mientras
está parado en el plato del Universitario escucha como el gañote colectivo le
pide un batazo. Algunos de los presentes sabe su nombre, pero muchos no lo
reconocerán si lo ven sin uniforme. Tal vez algún día, todos le hagan señas
para que batee, así como lo hace su madre cada vez que se dirige a tomar un
turno.
Publicado en Newsweek Venezuela el 16 de octubre de 2015
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