lunes, 29 de septiembre de 2014

Diego Flores, el hombre que contentó a su esposa con una pelota de beisbol

Diego Flores, el hombre que contentó a su esposa con una pelota de beisbol

El beisbol es un deporte similar a la democracia, un espectáculo hecho por y para el pueblo. No es de extrañar que, en algunas ocasiones, un aficionado sea el actor de reparto que acompaña a un pelotero en una jornada estelar.
En Venezuela está el caso Henry Salinas, hombre que tomó la bola del jonrón 20 de Baudilio Díaz -el martes 8 de enero de 1980- con la cual el receptor de Leones del Caracas dejaba atrás el récord de 19 cuadrangulares impuesto por el magallanero Bob Darwin el 7 de enero de 1973.
Díaz ya no es el dueño de la marca sublime, pues Álex Cabrera la superó el 22 de diciembre de 2013 con su vuelacercas 21. El fanático que tomó la bola también incluyó su nombre en la historia.
Aunque con el pasar del tiempo Diego Flores, el hombre que atajó el bambinazo de Cabrera, probablemente sea olvidado, estas líneas tratarán que su historia sea recordada por los amantes, e incluso ajenos, al beisbol:



Diego Flores, el hombre que contentó a su esposa con una pelota de beisbol
El 24 de diciembre es una fecha que reúne a la mayoría de las familias venezolanas. En la víspera navideña los seres queridos hacen preparativos para la festividad.
A dos días de la nochebuena, el domingo 22 de diciembre de 2013, Diego Flores le hizo caso omiso a la sugerencia de su esposa de ayudarla a hacer las hallacas. Su fanatismo por los Tiburones de La Guaira se había impuesto.
A media mañana, Flores se ajustó la gorra azul de los escualos, tomó las llaves de su casa en Simón Rodríguez (parroquia El Recreo), salió y cerró la puerta. Dejó atrás a su hijo adolescente y a una colérica esposa. ¡Tremendo problemón se había metido Diego!
A las 11:35 de la mañana, y con el sol abrasador, los peloteros de La Guaira estaban calentando en el terreno del Estadio Universitario de la UCV, pues debían celebrar un juego dominical frente a Caribes de Anzoátegui a la 1:00 pm.
Flores llegó al Coso de Los Chaguaramos. Al igual que el resto de los asistentes, el militar retirado de 56 años, tenía la vista fija en Álex Cabrera, quien estaba a un jonrón de superar la marca de 20 cuadrangulares en una temporada que impuso el receptor Baudilio Díaz la noche de 8 de enero de 1980.
Por los inclementes rayos del astro rey, Flores se situó más arriba de la mitad de las gradas del jardín izquierdo.
En la primera entrada, Tiburones atacó al abridor estadounidense de Caribes Daryl Thompson. Con tres en bases y sin outs Cabrera venía a consumir turno.
La tensión se podía cortar con un cuchillo en los aficionados en el Universitario, así como en los peloteros de ambas novenas y los periodistas en el palco de prensa. ¿Sería ese el turno histórico para el slugger?
Las pocas personas que se encontraban en las gradas estaban de pie. Lucían preparadas para tomar la bola que los incluyera en la gesta de Cabrera y tal vez recibir algún premio por la atajada. Flores, aunque sentado, pensó: “Si viene por aquí la voy a buscar como sea. Álex tiene muchos juegos sin hacer algo”.
1:18 pm. “El Samurái” le dio a una slider de Thompson. El crujido del bate fue el primer clamor de jonrón que se escuchó en el estadio. La bola se elevó por el cielo caraqueño, al igual que los brazos de Cabrera y las miradas de fanáticos, peloteros y periodistas.

En su vuelo, la pelota buscaba un buen sitio para aterrizar en los bleachers de cemento tras la barda del jardín izquierdo. Tocó tierra. Picó a la mitad de las gradas y por el impulso siguió su camino unos peldaños más arriba.

La trayectoria fue detenida por una camisa lanzada por Flores. Al ver la bola estática se le abalanzó y rápidamente la hizo prisionera en la celda que formaron sus dedos. Con sus manos no solo se aferraba a la blanca pelota, también lo hacía a la historia del beisbol profesional venezolano.
Cabrera le daba la vuelta al cuadro ante la algarabía del público y los peloteros guairistas. Mientras, Flores saltaba de regocijo con la pelota en alto y se transformó en el fanático más importante del estadio, tanto así que la seguridad presente corrió a escoltarlo.
A los pocos minutos, el hombre llegó al palco de prensa custodiado por policías. Entró a la cabina que utilizan los directivos de Tiburones para presenciar los encuentros.
La charla entre Flores y Antonio José Herrera, vicepresidente de los litoralenses, duró poco. Los medios aprovecharon a abordar al fanático, quien con pelota en mano y con el rostro abrumado, fue rodeado por cámaras y grabadores.

“Vine pensando que Álex Cabrera iba a dar el jonrón”, soltó Flores bañado en sudor productor del nerviosismo y el calor. Era el hombre más envidiado por los amantes del beisbol venezolanos y los caza recompensas. “Me siento parte de la historia. Siempre me gustó La Guaira, desde pequeño. Vine a buscar ese jonrón y lo conseguí”.
En su emoción, Flores recordó la mala cara con que dejó a su esposa en Simón Rodríguez y, como si de confidentes se trataran, le relató a los periodistas la cuasi discusión que tuvo para asistir al estadio. “Sé que estaba molesta cuando me vio salir, pero ya la llamé. Ahora está contenta”, expresó con una sonrisa. El hombre se había salido con la suya.
Su osadía fue bien recompensada por la gerencia de Tiburones que, además de obsequiarle franelas y gorras del equipo, le dio dos entradas para toda la temporada 2014-2015.
“Quiero darle la pelota a Álex en sus manos y felicitarlo como guairista”, dijo el fanático para dar por concluida la improvisada rueda de prensa.

En el clubhouse de La Guaira lo esperaba Cabrera, quien lo abrazó, felicitó por la atrapada y le agradeció que le devolviera la bola. “Es una dicha que haya sido un guairista. Valoro mucho su gesto”, comentó El Samurái.

Es un secreto a voces que el toletero también premió al fanático con obsequios que nunca se revelaron, además de firmarle una pelota y regalarle un bate.
Al final de la tarde dominical, de aquel 22 de diciembre, Flores pudo dormir en paz con su esposa, quien olvidó el disgusto. Los problemas maritales se desvanecieron. El hombre tenía una interesante y bonita historia que relatar en nochebuena, cuando sus familiares se reunieron a su alrededor para escuchar cómo contentó a su esposa con una pelota de beisbol.

Andriw Sánchez Ruiz



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