Lucila
de González recordó como su hijo, el jardinero estrella de Colorado, quedó
prendado al beisbol cuando solo tenía cinco años de edad e idolatraba a Ken
Griffey Jr.
Andriw Sánchez Ruiz
Twitter: @AnSanchezRu
¡Qué difícil se le
hacía a la señora Lucila de González ver jugar a su hijo mayor y no perder de
vista al menor! Mientras que el infante más grande jugaba en la Pequeña Liga
Coquivacoa, en el estadio Ramón Darío Urdaneta, del sector San Jacinto en
Maracaibo, el más pequeño correteaba por las tribunas. El juego del niño de 5
años de edad era sencillo: se paraba detrás de la cerca, imitaba los
movimientos de los bateadores y, cuando hacía swing con su bate imaginario,
salía raudo a una inexistente primera base.
“El muchachito se me
está volviendo loco”, pensaba la señora Lucila, rodeada por los padres de los
demás párvulos. Lo bueno de la supuesta demencia, que no resultaba más que una
prolífica imaginación, era que al pequeño Carlos González le apasionaba el
juego de pelota. La madre no tuvo que romperse la cabeza para encontrarle un
pasatiempo a su muchacho.